Una monarquía protegida por la censura (11 page)

BOOK: Una monarquía protegida por la censura
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La respuesta del Gobierno fue la siguiente:

Mediante Acuerdo del Consejo de Ministros de 4 de marzo de 2005, el Gobierno ha elevado consulta al Consejo de Estado sobre la reforma de la Constitución en relación con los concretos aspectos que expuso el presidente del Gobierno en su discurso de investidura.

En relación con la cuestión formulada por S. S., la posición del Gobierno se ha expresado en el escrito remitido al Consejo de Estado. En él se afirma lo siguiente: «En consecuencia, y en relación con esta propuesta de reforma constitucional, se solicita del Consejo de Estado que se pronuncie acerca del modo de eliminar la preferencia del varón en el acceso al trono, establecida en el artículo 57.1 de la Constitución, salvaguardando expresamente los derechos del actual Príncipe de Asturias en relación con la sucesión a la Corona de España».

LA BODA

Quizás por eso a la infanta Elena la casaron en Sevilla con todo el boato de la corte, con el cardenal Carlos Amigo proclamando que aquel matrimonio era para toda la vida y que lo que unía Dios no lo separara el hombre, con 1.300 invitados (yo no fui) —entre ellos 38 representantes de Casas Reales—, sin dar nunca cuenta de este dispendio y con un regalo de Elena a Jaime de Marichalar de un reloj de oro y acero valorado en 1.200.000 pesetas, que quizás usted y yo pagamos con nuestros impuestos y que tenía una curiosa inscripción: «Para Jaime de tu osita Elena». Digo lo de curiosa porque no sabía yo esta estrecha relación entre los Borbones y los osos. Lo que sí me llamó la atención cuando una vez visité El Prado fue la figura de María Luisa de Parma, esposa del rey, en
La familia de Carlos IV
de Goya, pues descubrí que es la viva imagen de la infanta Elena. Y Goya no pintó aquel cuadro sobre aquella familia a humo de paja.

Hizo todo un editorial con su magnífica obra maestra. Marichalar parecía, por su parte, el conde de Orgaz en el cuadro del Greco. Las veces que he podido hablar con él en las recepciones me ha parecido un tipo de mundo y original, no sólo por aquellos pantalones cuyos dibujos son iguales a una cortina que tengo en casa, sino porque es un personaje al que le gusta la moda y la buena vida, como a todo buen Borbón, aunque él provenga del condado de Ripalda y su señora madre sea una señora discreta, adusta y religiosa. Lo raro de esa familia es que su hermano Álvaro haya encabezado la lista al Congreso por el partido de Rosa Diez y Fernando Savater.

Todavía recuerdo de él la rueda de prensa que dio en julio de 1998, cuando nació el famoso Froilán, al que deben llamar «Pipe». El hombre, nervioso, en la clínica Ruber dijo una verdad como un templo refiriéndose al recién nacido: «El pobre se parece a su madre»; luego trató de explicar lo dicho sumando virtudes, pero ese
flash
fue muy ilustrativo. La cortina de silencio que rodea a esa familia, pero que todavía no se había rasgado, hizo que los medios no utilizaran la frasecita como posteriormente utilizaron la del abuelo Juan Carlos cuando, dirigiéndose a Chávez, le preguntó por qué no se callaba.

CESE TEMPORAL

El 13 de noviembre del 2007, en plena bronca con Hugo Chávez, la Casa Real anunció «el cese temporal de la convivencia matrimonial». La infanta Elena no le había hecho mucho caso al cardenal Amigo cuando les dijo aquello de que debían estar juntos en la salud y en la enfermedad. Al parecer, un cuadro de Goya y uno del Greco no eran compatibles, mucho menos después de la isquemia cerebral que tuvo el duque de Lugo en diciembre de 2001. El día de esa separación teníamos la última comparecencia del ministro Moratinos de la VIII Legislatura en el Senado.

Fue una trabajada intervención, ya que el ministro era la primera vez que hacía pública su versión del incidente de lo que había pasado en Santiago de Chile con el presidente venezolano.

Habíamos estado casi tres horas en la Comisión de Asuntos Iberoamericanos interpelando a Moratinos. A las 9:45 terminó la sesión porque el ministro tenía que ir urgentemente al Congreso, ya que se votaban los presupuestos Generales del Estado, partida de la Casa Real incluida. Zapatero sacó adelante su presupuesto sólo con los votos del PNV.

Tras un cuerpo a cuerpo con el ministro a cuenta de la errática política del Gobierno con Venezuela, creo que fui el primero en salir de la Sala Campoamor. Nada más hacerlo me vi rodeado por los medios de comunicación. Creí que me iban a preguntar por aquella comparecencia tan dura. Pues no. La primera pregunta fue: «¿Qué opina usted de la separación de los duques de Lugo?». «Nada, absolutamente nada —respondí extrañado—. Es cosa de ellos. Lo único que nos puede importar es que queden bien los críos y que la separación no nos cueste un duro a los contribuyentes.»

Sin embargo, el circo mediático ya tenía una nueva pista.

Luego me enteré del eufemismo utilizado por la Casa Real, más propio del No-Do.

«Cese temporal de la convivencia.» ¡Qué orfebrería lingüística para decir que una señora se separa del pelma de su marido! Pero es así. Ellos no tienen hijos. Tienen príncipes.

Al propio Marichalar, cuando se separe del todo, le quitarán el ducado de Lugo, pero a ella los cursis de Madrid y provincias seguirán haciéndole ridículas genuflexiones. Como se decía en tiempos de la República, ¡qué país, Miquelarena!

LA FAMILIA REAL NO EXISTE

Existen las familias reales, es decir, las normales, pero no la Familia Real. Por lo menos en la Constitución sólo se les nombra a la hora de cobrar. Es el artículo 65 aparece por única vez: «El Rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su Familia y Casa, y distribuye libremente la misma». Eso es todo. Tampoco dice este artículo que esos presupuestos no puedan ser controlados, luego deberían ser conocidos porque es dinero público el que se gasta, por lo que, al hablar de la Familia sólo a efectos de su mantenimiento, tenemos que colegir, porque nadie informa de esto, que la infanta Elena y sus dos hijos viven del erario público.

Tenemos, pues, dos constataciones: la Familia Real, a efectos constitucionales, no existe como tal; cuando actúa, inaugura algo o va de viaje, actúa por delegación real; y, segundo, vive de lo que les pagamos entre todos. No es poco tener ya estas dos evidencias, algo incómodas para algunos.

Por eso, cuando una vez acudí a uno de estos actos y los servicios de protocolo me dijeron que me tenía que poner de determinada manera porque venía la infanta, le dije a la persona que me abordó que por favor me dejara en paz. Yo era una persona elegida democráticamente y tenía detrás de mí una representación popular, y esa señora era tan sólo la hija del jefe del Estado; yo le daría la mano con respeto, pero que a un electo, por favor, no le dijera cómo tenía que tratar a una señora que no representaba nada. Como era de esperar, se quedó cortada y, efectivamente, me dejó en paz.

Carmen Enríquez, periodista que ha estado 17 años informando hagiográficamente sobre la Familia Real, sin poder salirse del guión, siendo una buena profesional, comentaba que lo que más le había costado era definir el tratamiento a dicha familia y cómo, en este asunto, había tenido alguna metedura de pata que otra, sobre todo con Felipe de Borbón. En una entrevista le trató de usted y al día siguiente le llamó su tutor, José Alcina, para decirle que había que utilizar el «Señor» y hablarle como al papa, en tercera persona. También contaba que un día trató de tú a Letizia Ortiz, compañera de profesión, y tuvo que disculparse porque ya no era la compañera de trabajo que Carmen Enríquez había conocido en televisión.

Cuando hasta la jerarquía eclesiástica ha eliminado lo de «Su Ilustrísima», «Su Reverendísima» y el besanillo, que en pleno siglo XXI nos vengan con estas monsergas subleva mi sentido de la igualdad y de la ciudadanía. Si a mí algún día me vienen con este cuento, tienen que tener seguro por adelantado el lugar al que los voy a enviar. Y ojalá hiciera esto toda la clase política democrática, que no debería tolerar a los Alcinas de turno estas patochadas. Al que trata de usted, de usted, y al de tú, de tú. Si el rey tutea, tiene que saber que le van a tutear, pero nunca lo del «Señor» al príncipe ni el tratamiento de la tercera persona de la Santísima Trinidad. ¡Faltaría más!

Desgraciadamente, este tipo de gentes trasnochadas existen porque existe gente a la que le encantan las reverencias, los cabezazos y los tratamientos en tercera persona, y sobre todo porque tenemos una clase política bastante paleta y cortesana. Esto no ocurre en un país que ha abolido los títulos nobiliarios y en el que todo ciudadano tiene sólo el más ilustre título que se puede tener: ciudadano. Por otra parte, tratarles así los aísla, los atonta, y terminan por creerse que tienen un cromosoma de más.

Frente a estas cursiladas tan de Corte madrileña me acordaba de un resistente vasco llamado Flavio Ajuriaguerra, que trabajó en la clandestinidad al servicio de los ingleses en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Enfermo de leucemia y sabiendo que iba a morir, se lo notificó a su superior inglés, que, agradecido por el extraordinario trabajo que había hecho logrando datos sobre los movimientos de los barcos en el puerto de Bilbao y el envío de wolframio desde León, gestionó que se le entregara una condecoración. Los ingleses así lo aprobaron, pero, como es preceptivo, consultaron con él si la iba a aceptar. Este dijo que sí, pero ponía una pequeña condición: que en la esquela le dejaran poner bajo su nombre el título inglés de la condecoración. Era su último acto de propaganda. Los ingleses dijeron que no, y él no aceptó la presea.

Frente a esta digna historia de resistencia democrática, ¡que me vengan a mí pidiendo que trate de Alteza o de Señor a una persona veinte años menor que yo! Quien lo pida tiene que estar seguro de que le mando donde fue el padre Padilla. De hecho, en una oportunidad, estando en el Palacio Real, tenía que ausentarme de allí antes de las once de la noche, pues debía ir a un informativo en directo de una televisión. Cuando iba a salir, se me acercó uno de estos chambelanes de Corte a decirme que, hasta que el rey no abandonara palacio, no se podía salir. «Pues yo le voy a demostrar cómo se puede », le dije. Y cogí el portante y me fui.

Lo malo de estas situaciones es que hay mucha gente alrededor del monarca que cree que poniendo todos estos tratamientos, cortapisas y minucias logra que se dé a la institución un toque más consonante con eso del símbolo de la unidad y la permanencia. Pues que lo sigan creyendo, a ver cuánto les dura.

UNA PREGUNTA PARLAMENTARIA SOBRE LA MARETA Y LOS VIAJES

Ya he escrito que el Gobierno socialista ha demostrado un especial celo en proteger a esta familia de cualquier crítica, pero esto no me ha impedido tratar de utilizar el control parlamentario para que se informase sobre los abusos a este respecto. De ahí que formulase al gobierno la siguiente pregunta que fue contestada de forma inadmisible en un sistema democrático. Fue así:

El pasado mes de julio, las infantas Elena y Cristina con todos sus hijos, maridos y cuñados pasaron unos días de vacaciones en Lanzarote, al parecer aprovechando que Iñaki Urdangarin, vicepresidente del Comité Olímpico Español, se encontraba ya en la isla para pronunciar una conferencia sobre la integración de los valores del deporte.

En las reseñas que se hicieron a esta visita se destacaba la gran sencillez de esta familia, por haber viajado en línea aérea regular, así como que se habían alojado en el hotel donde Urdangarin pronunció su conferencia y no en La Mareta, residencia que se trata de una propiedad regalo del rey Hussein, que es Patrimonio del Estado y que el presidente del Gobierno ha utilizado, con todo merecimiento, como residencia de descanso oficial.

No deja de producir sorpresa el leer semejantes reseñas auspiciadas sin lugar a duda por el entorno de esta familia, cuya existencia no aparece en ninguno de los artículos de la Constitución española y, por tanto, carente absolutamente de ningún derecho para viajar en otro medio que no sea la línea regular, ni utilizar otro alojamiento que el hotel y, además, pagado de su bolsillo.

Sin embargo, este servilismo trasnochado, impropio de un país europeo serio, debe tener algún tipo de fundamento, pues de lo contrario este tipo de comentarios no se producirían.

Este senador es consciente de la opacidad que distingue a este Gobierno a la hora de no informar sobre todo lo que afecta al palacio de La Zarzuela, utilizando el poco transparente criterio de que el rey es irresponsable, pero habida cuenta que se habla del Patrimonio Nacional y de los aviones, no del rey, sino de aparatos adscritos al Ministerio de Defensa, ¿es práctica habitual que esta familia haga uso de estas dependencias y de estos servicios sin que esto se haga público?

Palacio del Senado, 12 de septiembre de 2006

Iñaki Anasagasti Olabeaga

He aquí la respuesta del Gobierno:

La utilización por Altas Autoridades del Estado de los medios aéreos del Ejército del Aire está regulada por una Norma de Presidencia del Gobierno.

Razones de seguridad aconsejan mantener la adecuada confidencialidad en todos los movimientos aéreos de las Altas Autoridades del Estado.

Es decir. La coartada de la seguridad impide informar, para, de esta manera, seguir con el cuento.

PILAR DE BORBÓN Y LAS SELECCIONES DEPORTIVAS AUTONÓMICAS

Además de los hijos, también tenemos cerca a las hermanas y a los sobrinos, que no dan mucha guerra, pero gozan de la misma opacidad informativa que cualquier pregunta hecha sobre los hijos y yernos.

Esta pregunta que reproduzco a continuación ilustra la nula información sobre un peligroso comentario de la hermana del rey. Decía así:

La infanta doña Pilar, hermana de don Juan Carlos y presidente de la Federación Internacional de Hípica, se erigió el 3 de junio en la portavoz del aparente malestar existente entre los presidentes de las Federaciones españolas contra la propuesta aprobada en el Congreso de promover las selecciones deportivas autonómicas en los torneos internacionales.

Al parecer, hizo esta crítica en la Asamblea General del Comité Olímpico Español ante el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky.

Además de mostrar su protesta, comentó que ella había informado de su postura «a los máximos organismos internacionales y en carta privada al Rey».

Siendo legítimo que cualquier Federación muestre públicamente lo que considera conveniente, no es de recibo se esgrima el nombre del Rey como elemento de presión ante un asunto estrictamente político.

Por todo esto, este Senador solicita del Gobierno la respuesta a la siguiente pregunta:

¿Es admisible que se esgrima el nombre del Rey como elemento de presión ante una votación parlamentaria y que el secretario de Estado no haya puntualizado que este comentario es inadmisible? ¿Piensa el Gobierno cumplir el acuerdo del Congreso de los Diputados en relación a la promoción de las selecciones deportivas autonómicas? Palacio del Senado, 15 de junio de 2004

Iñaki Mirena Anasagasti Olabeaga

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