Una monarquía protegida por la censura (9 page)

BOOK: Una monarquía protegida por la censura
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Como era de esperar, la carta semejó la caída de una piedra en un estanque quieto. No había un precedente de algo así, porque la gente se muere por ir a La Zarzuela a dar el cabezazo, y la primera llamada, alarmada, fue la de Alberto Aza al entonces presidente del EBB Josu Jon Imaz. Pero toda su preocupación, según me dijo éste, era que no se supiera el feo que yo le iba a hacer. Era lo único que les preocupaba.

Podían haberme llamado y preguntado por qué había escrito aquellas letras, o dejar el Everest de palacio y bajar a la tierra. No. Hicieron lo que se hace en un colegio. Llamar a los padres. Así maneja el entorno del rey los posibles conflictos y las discrepancias.

Han sido incapaces de evolucionar y por eso digo que este hombre, Alberto Aza, está ya superado por la actualidad al seguir con aquella mentalidad que tenía cuando fue fontanero mayor del presidente Suárez en el palacio de la Moncloa al inicio de la Transición. El marqués de Mondéjar lo hubiera hecho mejor.

Como dije en la carta, no fui a palacio. Tampoco monté una bronca, pero queda este texto como mentís a ese buenismo que nos presenta a un rey que llama por teléfono y trata de meterse a la gente en el bolsillo cuando hay algún problema. Quizás lo habrá hecho con otros, pero desde luego con un nacionalista crítico, no.

LA CARTA AL PRÍNCIPE

He hablado en varias ocasiones con Felipe de Borbón en alguna recepción, en una comida con él tras la conferencia del
lehendakari
Ardanza en una universidad y cuando me dijo un día que me llamaría para hablar conmigo. Hasta hoy. También cuando le recibimos en la Junta de Portavoces del Congreso y a raíz de su boda.

Ya estaba prometido con Letizia Ortiz y se iban a casar, por lo que las Mesas del Congreso y del Senado organizaron un almuerzo en el comedor del Congreso, donde estuve departiendo, en el vinito previo, con los comensales. Allí hablamos de todo y, como yo estaba siendo muy crítico con el funcionamiento de la Casa Real, me dijo, delante de un grupo de diputados y senadores, que si veía alguna cosa que no me gustaba, le escribiera una carta.

«No se preocupe. Lo haré», le contesté siendo jaleado por mis compañeros, todos ágrafos, que consideran una rareza utilizar la vía epistolar para mantener una relación política.

La ocasión se me presentó a los pocos meses, cuando recibimos en la Mesa del Senado una carta del jefe de la Casa Real, Alberto Aza, agradeciendo el regalo que le había hecho dicha Mesa de un óleo de la pintora M. P. Herrero con motivo de su boda.

«A vosotros que os cabreasteis porque no os invitaron a la boda —dije a mis compañeros de la Mesa— y que hicisteis la cortesanía de, con dinero público, regalarles un cuadro caro, va y ahora ni os contesta el príncipe sino que lo hace el jefe de la Casa Real. Eso os pasa por paletos», y les anuncié que le iba a escribir aquella carta que me había pedido Felipe de Borbón si veía algo que no me gustaba.

Este fue el texto de las letras que le envié, donde aproveché la coyuntura para hablarle claro sobre otras cosas. Fue así:

Excmo. Sr. D. Felipe de Borbón

Palacio de La Zarzuela

Madrid

Madrid, 27 de septiembre de 2004

Estimado D. Felipe:

El pasado mes de mayo usted me comentó que ya no recibía mis cartas, mientras me decía que siguiera trasladándole aquello que no me gustaba. Lo hizo en el corrillo previo al almuerzo oficial que le ofrecieron las Cortes Generales dos semanas antes de su boda. Por cierto, la presencia allí de todo el arco parlamentario se logró gracias a gestiones del presidente del Senado, ya que la Casa Real deseaba hacer algo más restringido.

La presente viene al caso ya que en la reunión de la Mesa del Senado del pasado martes 7 de septiembre se leyó una carta de agradecimiento de la Casa Real por el regalo que la Mesa del Senado les había hecho con motivo de su boda. La carta venía firmada por D. Alberto Aza.

Ante el hecho les comenté a mis compañeros del PP, PSOE y CiU: «No os invitan a la boda, pero se aprueba el regalo de un cuadro y os lo agradece un alto funcionario».

¿Cuál es la razón por la que ustedes no podían firmar una carta en relación a un regalo que se les hizo a ustedes y no al jefe de la Casa Real? ¿Hemos vuelto al concepto de Monarquía decimonónica o de inspiración divina según la cual el príncipe heredero no puede firmar una simple carta?

Ésta es mi primera observación.

La segunda viene al caso de su viaje a República Dominicana con motivo de la toma de posesión del presidente Leonel Fernández.

Me encontraba en Punta Cana. Pude seguir el acontecimiento por televisión y comprobar el caluroso trato que les dispensaron. Me llamó la atención la colección de lugares comunes que usted expuso en su discurso. Me atrevo a sugerirle a su secretario que renueve algo su repertorio. Por ejemplo. En el caso de República Dominicana una mención a Jesús Galíndez no hubiera estado nada mal.

Como sabe, Jesús Galíndez fue ayudante del ministro de la República por el PNV, Manuel Irujo. Obligado a exiliarse, recaló en República Dominicana en tiempos del dictador Rafael Leónidas Trujillo. De allí tuvo que salir hacia Nueva York tras escribir su tesis de grado sobre «La Era de Trujillo». Aquel dictador tropical le persiguió y secuestró en el metro de Nueva York tras salir de la Universidad de Columbia en 1956. Como consecuencia del secuestro lo llevó a Santo Domingo, lo torturó y lo mató. Aquel crimen tuvo tal repercusión que Galíndez en toda América es un símbolo de libertad. Aquí, Vázquez Montalbán le dedicó una novela.

No entiendo cómo, mientras se nombra a todas horas a Isabel la Católica, a Felipe II y a toda aquella corte celestial de hace quinientos años, hay un temor reverencial a incursionar por el mundo contemporáneo del exilio republicano y nacionalista, mientras se habla de Monarquía integradora y otros conceptos que no se constatan por ninguna parte.

Otro asunto. Usted acaba de estar en Hungría con su esposa. Ha inaugurado el Instituto Cervantes de Budapest y ha dicho que «la cultura es el mejor instrumento para acercar a los pueblos». Sin embargo, cuando usted dice esto, sólo habla de la cultura en castellano. ¿Acaso el euskera, el gallego y el catalán no son idiomas cooficiales y no es parte de la cultura que usted representa? ¿Qué hace la institución de la que es usted Príncipe de Asturias para dar a conocer que en el Estado español hay una riqueza lingüística que no se agota en un poderoso castellano en expansión por todo el mundo? ¿Sabe usted que la sede el Instituto Cervantes de París es la sede que compró el PNV en agosto de 1936, incautada por la GESTAPO en 1940, recuperada en 1944 y requisada por el gobierno franquista en 1951 como consecuencia de una sentencia del Tribunal del Sena en plena ocupación alemana? Hoy es el día en que ese patrimonio no se nos ha devuelto, mientras se siguen abriendo Institutos Cervantes por el mundo con el discurso monocolor de una sola lengua. ¿Para qué nos sirve a nosotros el Estado español?

Finalmente. Le adjunto la pregunta que he formulado al Gobierno sobre el accidente del Yakolev. Usted estuvo en Torrejón de Ardoz en aquel funeral, lo mismo que sus padres. Usted recordará cómo el rey, uno a uno, condecoró aquellos ataúdes que unos militares desaprensivos habían preparado, porque lo importante era la ceremonia y que no se hablara del accidente. Si se reúne usted con los familiares, se enterará de lo que dicen de ustedes.

Mi pregunta es: ¿un jefe de Estado sólo puede estar a las maduras y no a las duras? ¿Qué autoridad moral puede tener un rey al que le engañan de semejante manera y que no dice absolutamente nada, no hace el menor gesto y se refugia cómodamente en el papel institucional de las Pascuas Militares, desfiles, taconazos y demás parafernalia vacía de contenido, argumentando que no es su papel intervenir en nada?

Sé que estas letras le extrañarán, pues usted está rodeado de cien capas de corcho, pero mi creciente estado crítico contra una institución a la que cada vez veo más lejana, más centrada en lo ceremonial y cada vez más sostenida por un pacto de silencio, me hace escribirle desde mi acostumbrado estilo directo.

Atentamente,

Iñaki Anasagasti Olabeaga

Como suele ser habitual, no recibí ni un acuse de recibo. Esta gente no contesta nunca. Nada. Como se ve, son gente insensible a la opinión ajena y a la crítica política hecha incluso con papel oficial. De ahí que cuando me refiero a que esta familia tiene que bajarse de la nube, también me refiero a esto. Por lo menos a tener la mínima educación de enviar un acuse de recibo.

CARLOS Y FELIPE

Carlos de Windsor es el Príncipe de Gales, heredero de la Corona británica. Le gusta la arquitectura clásica, opinar saliéndose del guión, la caza del zorro y, como apasionado del medio ambiente, quiere seguir los pasos de Al Gore para llamar la atención sobre la relación desequilibrada del hombre con la naturaleza. Acaba de abrir en Tetbury un establecimiento llamado Highgrove, una tienda para vender tazas, platillos, bandejas y tazones pintados a mano. También se pueden adquirir jabones perfumados con fines verdes.

An Inconvenient Truth
es una llamada de atención sobre el cambio climático y fue un éxito de taquilla y un Oscar para el ex vicepresidente.
The Harmony Project
es una idea que procede del mismo heredero de la Corona inglesa que la ha inaugurado cuando cumplió sesenta años. Es, pues, un hombre con personalidad, que cultiva hortalizas y comercializa productos de su finca, todos ellos trabajados de la manera más respetuosa con el medio ambiente.

En España, los tertulianos y políticos llaman a los Príncipes de Gales como los Príncipes de Cornualles. A él le describen como «orejudo metepatas, conservador, vetusto de escasas luces y un tanto cobardica». De Camila dicen que no es Einstein y que son dos feos innegables llenos de contradicciones y miserias, mientras a la reina madre le recordaban en vida su afición al
gin tonic
.

¿Se imagina alguien de por aquí tratar así a Felipe y a Letizia a cuenta de ser ella una divorciada, nieta de un honrado taxista, y ex colaboradora de un personaje tan poco recomendable como Urdaci, y de ser él un príncipe que se construye un palacete en La Zarzuela cuyo costo desconocemos? Pues no.

IDIOMAS COOFICIALES

Mi compañero José Juan González de Txabarri, que fue diputado once años en Madrid y los últimos cuatro Diputado General de Gipuzkoa, es un experto en la enseñanza del euskera. Fue director de HABE, un instituto oficial de aprendizaje de la lengua vasca. Fue él quien me dijo que a partir de los cuarenta años no hay hijo de su santa madre que pueda aprender este ignoto idioma preindoeuropeo cuyo origen se desconoce.

El príncipe cumplió cuarenta años en enero de 2008, por lo que todavía tiene algo de tiempo para darle al
Nork, Nori, Nor
. Le vendría mejor aprender euskera, catalán y gallego, como sabe flamenco su homólogo belga, que pilotar un F-18, que no le va a servir para nada.

Lo de los cuarenta años tiene su importancia, pues a mí se me ocurrió decir en público una expresión venezolana cuando designaron como obispo de Bilbao a monseñor Blázquez. Aquello de «Loro viejo no aprende a hablar». Todavía me lo recuerda más de uno junto a lo que dije de los ex presidentes como jarrones chinos, expresión que me robó Felipe González; y también saqué a pasear lo de la «Brunete mediática». El lenguaje político tiene que ser plástico.

Pero es el Gobierno la institución que refrenda los actos del rey y, por delegación, los del príncipe, y por eso le he hecho una serie de preguntas sobre estas incursiones internacionales de la pareja principesca cuando inaugura sedes del Instituto Cervantes por el mundo.

Transcribo a continuación una de ellas y la respuesta que me dio el Gobierno:

El miércoles 13 de octubre se dio cita la Academia de la Lengua Española en San Millán de la Cogolla con el fin de aprobar el
Diccionario de dudas
.

Paralelamente se ha recordado que uno de los monjes de San Millán escribió durante el siglo XI unas notas en latín vulgar y dos frases en euskera en los márgenes de un libro.

Esos apuntes —las Glosas Emilianenses— están considerados como el primer testimonio escrito del castellano y del euskera.

Don Iñaki Esteban ha recordado que el castellano escrito surgió en la mente de un estudiante o de un predicador que no alcanzaba a entender bien ciertas expresiones en latín del texto que estaba leyendo. Así empezó a hacer lo que aún continúa siendo una práctica habitual: escribir en los márgenes del libro.

Por ejemplo, al lado de la palabra latina
certamina
anotó otra que entendía mejor,
puga
. También escribió dos frases en euskera: «izioqui dugu» («lo hemos solicitado») y «guec aiutuez dugu» («nosotros no nos arrojamos»).

Está claro que aquel predicador o estudiante era bilingüe.

A este pleno académico acudió el Príncipe de Asturias pronunciando unas palabras en las que, como siempre ocurre, este tipo de datos históricos fueron continuamente olvidados, porque en el fondo no se considera al euskera lengua oficial. Sólo lo es el castellano, que goza de una espléndida proyección en sus 400 millones de hablantes.

Don Felipe de Borbón acababa de llegar de un viaje desde Alburquerque en Nuevo México dedicado a fomentar el español. Durante su intervención, el Príncipe de Asturias destacó que «uno de cada diez estadounidenses mayor de cinco años habla castellano en su casa y dos de cada tres alumnos norteamericanos lo tienen como segunda lengua, instando a ver el gran futuro de la lengua española como lengua de comunicación al lado del inglés». En este sentido, abogó por reforzar la presencia del español en Internet.

Nadie en Bélgica entendería que el príncipe heredero de aquel país promocionara únicamente el francés frente al flamenco y al alemán como lo hace en sus constantes salidas al exterior don Felipe de Borbón, dando a entender que ni el euskera, ni el catalán, ni el gallego son lenguas estimables, oficiales y dignas de tener un trato especial, habida cuenta que no gozan de la robusta salud del castellano.

Por este motivo este senador pregunta al Gobierno si considera que los demás idiomas oficiales, además del castellano, no deben ser objeto de respeto y mención por parte de don Felipe de Borbón y del propio Gobierno en su difusión internacional, y si esto no es así, si no considera que debe crearse un instituto internacional para que, en vista de la reiterada omisión del Gobierno y de la Casa Real incluso de la existencia de estos idiomas, puedan darse a conocer y, allí donde existen colectividades que demandan su uso, darles satisfacción con presupuesto y acción propia.

Palacio del Senado, 22 de octubre de 2004.

Iñaki Mirena Anasagasti Olabeaga.

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