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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Una campaña civil (10 page)

BOOK: Una campaña civil
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—Pues claro que no —empezó a decir ella—. Mis padres lo comprobaron antes de que yo entrara siquiera en el replicador uterino y…

Gregor le besó la palma.

—Sí, y apuesto a que fuiste un blastocito encantador.

Ella le sonrió como una tonta. Alys sonrió débilmente, con escasa indulgencia. Ivan parecía ligeramente asqueado. El coronel Vortala, entrenado por SegImp y con años de experiencia en Vorbarr Sultana, consiguió parecer agradablemente neutral. Galeni, casi igual de bueno, apenas se envaró un poquitín.

Miles aprovechó este momento estratégico para preguntar a Galeni en voz baja:

—Kareen está en casa, ¿te lo ha dicho Delia?

Galeni sonrió.

—Sí. Espero verla esta noche.

—Quiero hacer algo para darle la bienvenida. Estaba pensando en invitar a todo el clan Koudelka a cenar. ¿Te interesa?

—Claro…

Gregor apartó su embobada mirada de Laisa, se acomodó en su asiento y dijo suavemente:

—Gracias, Duv. ¿Hay alguna otra idea?

Estaba claro que a Gregor no le interesaba hacer de dominio público su registro genético. Miles repasó algunas variantes regionales de la misma vieja costumbre.

—Podríamos llegar a una especie de compromiso. Cada grupo de parientes, o quienes pienses que tiene voz y voto, más un médico de su elección, visita al miembro opuesto de la pareja la mañana de la boda, para efectuar un breve examen. Cada delegación anuncia públicamente que está satisfecha en algún momento adecuado de la ceremonia. Inspección privada, confirmación pública. La modestia, el honor y la paranoia quedan satisfechos.

—Y os podrían suministrar tranquilizantes al mismo tiempo —señaló Ivan, con un poco de humor grueso—. Apuesto a que a esas alturas los dos los necesitaréis.

—Gracias, Ivan —murmuró Gregor—. Muy ocurrente.

Laisa sólo pudo asentir, divertida.

Lady Alys entornó los ojos, calculadora.

—¿Gregor, Laisa? ¿Es aceptable esa idea?

—Por mí, bien —dijo Gregor.

—No creo que mis padres pongan ninguna objeción —dijo Laisa—. Um… ¿quién representará a tus padres, Gregor?

—Los condes Vorkosigan ocuparán su lugar en el círculo de la boda, naturalmente —dijo Gregor—. Pensaba que serían ellos… ¿ah, Miles?

—Mamá no pondrá pegas —dijo Miles—, aunque no puedo garantizar que no haga algún comentario mordaz sobre los barrayareses. Papá…

Un silencio político cayó sobre la mesa. Más de una mirada se volvió hacia Duv Galeni, cuya mandíbula se tensó levemente.

—Duv, Laisa. —Lady Alys dio un golpecito con una uña perfectamente recortada sobre la pulida superficie de la mesa—. La respuesta sociopolítica de Komarr a ese tema. Con sinceridad, por favor.

—Yo no tengo ninguna objeción personal que hacer al conde Vorkosigan —dijo Laisa.

Galeni suspiró.

—Creo que deberíamos evitar tantas… tantas ambigüedades como podamos.

Bien expresado, Duv. Acabarás por convertirte en un político
.

—En otras palabras, enviar al Carnicero de Komarr a examinar a la doncella en el sacrificio será tan popular como la peste para los komarreses allá en casa —intervino Miles, puesto que nadie más podía hacerlo. Bueno, Ivan tal vez. Lady Alys habría tenido que invertir más tiempo en hallar una expresión política para el problema. Galeni le dirigió una sonrisa de agradecimiento.

—Perfectamente comprensible —continuó Miles—. Si la falta de simetría no es demasiado obvia, enviemos a mi madre y a tía Alys como delegación de la parte de Gregor, con tal vez alguna prima de la familia de su madre, la princesa Kareen. A los conservadores barrayareses no les molestará, porque guardar el genoma fue siempre cosa de mujeres.

Los barrayareses congregados en torno a la mesa gruñeron expresando su aprobación. Lady Alys sonrió y tachó el punto de la lista.

Continuaron con un complicado y largo debate sobre si la pareja debería repetir sus votos en los cuatro idiomas de Barrayar. Después de eso vinieron treinta minutos de discusión sobre cómo manejar los noticiarios domésticos y galácticos, asunto del que Miles, diestramente y con el fuerte apoyo de Galeni, consiguió tener que encargarse personalmente. Lady Alys pasó a la siguiente página y frunció el ceño.

—Por cierto, Gregor, ¿has decidido ya qué vas a hacer con el caso Vorbretten?

Gregor sacudió la cabeza.

—Estoy tratando de evitar hacer ninguna declaración pública por el momento. Al menos hasta que el Consejo de Condes haya decidido. Sea cual sea el fallo, la apelación del perdedor sin duda me caerá encima minutos después de su decisión.

Miles miró sus papeles, confundido. El siguiente punto eran los menús.

—¿El caso Vorbretten?

—Sin duda te habrás enterado del escándalo… —empezó a decir lady Alys—. Oh, claro, estabas en Komarr cuando estalló. ¿No te ha informado Ivan? Pobre René. Toda la familia es un clamor.

—¿Le ha ocurrido algo a René Vorbretten? —preguntó Miles, alarmado. René iba un par de cursos por delante de Miles en la Academia, y parecía seguir la brillante carrera de su padre. El comodoro lord Vorbretten fue uno de los protegidos del padre de Miles en Personal General, hasta su temprana y heroica muerte bajo fuego cetagandés en la guerra del Radio de Hegen, hacía una década. Menos de un año después murió el viejo conde Vorbretten, algunos decían que de pena por la pérdida de su amado hijo mayor. René se vio obligado a renunciar a su prometedora carrera militar y asumir los deberes como conde del Distrito de su familia. Hacía tres años, tras un tumultuoso romance que fue las delicias de Vorbarr Sultana, se casó con la bellísima hija del rico lord Vorkeres, de dieciocho años.
Los que tienen, encuentran
, como decían en el campo.

—Bueno… —dijo Gregor—, sí y no. Um…

—¿Um,
qué
?

Lady Alys suspiró.

—Los condes Vorbretten, al haber decidido que era hora de empezar a cumplir con sus deberes familiares, decidieron muy sensatamente usar el replicador uterino para su primer hijo, para que cualquier defecto detectado fuese reparado en el cigoto. Para eso, naturalmente, ambos se sometieron a un análisis genético completo.

—¿Y se descubrió que René era un muti? —preguntó Miles, asombradísimo. ¿El alto, guapo y atlético René, que hablaba cuatro idiomas con un modulado tono de barítono que derretía los corazones femeninos y la resistencia masculina, que tocaba a la perfección tres instrumentos musicales y para colmo cantaba como los ángeles? ¿René, que podía hacer que Ivan rechinara los dientes muertecito de envidia física?

—No exactamente —dijo lady Alys—, a menos que consideres que tener una octava parte de ghem cetagandano es un defecto.

Miles se echó hacia atrás.

—Ooops —reflexionó un instante—. ¿Cuándo sucedió eso?

—Sin duda podrás hacer los cálculos —murmuró Ivan.

—Depende de a qué linaje se deba.

—Al masculino —dijo lady Alys—. Desgraciadamente.

Justo. El abuelo de René, el séptimo conde Vorbretten, nació en mitad de la ocupación cetagandana. Los Vorbretten, como muchos barrayareses, hicieron todo lo posible para sobrevivir…

—¿Así que la bisabuela de René fue una colaboracionista. O… ¿se trata de algo más desagradable?

—Por lo que parece —dijo Gregor—, dados los pocos documentos conservados con los que cuenta SegImp, parece que fue una relación voluntaria y bastante extensa, con uno (o más) de los ghem-oficiales de alto rango que ocupaban su Distrito. A estas alturas, ya no se sabe si se debió a amor, a interés propio, o si fue un intento de comprar protección para su familia con la única moneda que tenía a mano.

—Podrían haber sido las tres cosas —dijo lady Alys—. La vida en tiempo de guerra no es sencilla.

—En cualquier caso —continuó Gregor—, no parece que se tratara de una violación.

—Santo Dios. Y, ah, ¿saben qué ghem-lord fue el antepasado de René?

—En teoría podrían enviar su análisis genético a Cetaganda y averiguarlo, pero por lo que sé no se han decidido a hacerlo todavía. Es bastante confuso. Lo que es… no precisamente confuso es el hecho de que el séptimo conde Vorbretten no fue hijo del sexto conde.

—La semana pasada, en el Cuartel General, lo llamaron René Ghembretten —informó Ivan. Gregor hizo una mueca.

—Me sorprende que los Vorbretten dejaran que se difundiera esta noticia —dijo Miles—. ¿Los traicionó el doctor o lo hicieron los tecnomeds?

—Mm, todavía hay más —dijo Gregor—. No tenían intención de informar de ello a nadie. Pero René se lo dijo a sus hermanas y a su hermano, porque pensó que tenían derecho a saberlo, y la joven condesa se lo dijo a sus padres. Y a partir de aquí, bueno, quién sabe. Pero el rumor acabó por llegar a oídos de Sigur Vorbretten, que es descendiente directo del hermano mayor del sexto conde, y casualmente el yerno del conde Boriz Vormoncrief. De algún modo, Sigur (y hay un contencioso en lo referido a sus métodos) consiguió una copia del análisis genético de René. Y el conde Vormoncrief ha planteado el asunto ante el Consejo de Condes, de parte de su yerno, para reclamar para Sigur el título y el Distrito Vorbretten. Y ahí está el lío.

—Oh. ¡Oh! Entonces… ¿René es todavía conde, o no? El Conejo lo aceptó y confirmó como tal, con todo el formalismo debido… demonios, yo mismo estuve presente, ahora que lo pienso. Y un conde no tiene por qué ser hijo del conde anterior: ha habido sobrinos, primos, saltos a otros parientes, saltos completos debidos a la traición o a guerras… ¿Ha sacado alguien ya a colación a
lord Medianoche
, el caballo del quinto conde Vortala? Si un caballo puede heredar un condado, no veo cuál es la objeción teórica a un cetagandano. Cetagandano en parte.

—Dudo que el padre de
lord Medianoche
estuviera casado con su madre —observó Ivan, divertido.

—Ambas partes citaron el caso como precedente, según he oído —intervino lord Vortala, él mismo descendiente del desgraciado quinto conde—. Una porque el caballo fue confirmado como heredero, la otra porque la confirmación fue revocada más tarde.

Galeni, que escuchaba fascinado, sacudió la cabeza lleno de asombro, o algo parecido. Laisa se echó hacia atrás y se mordisqueó tranquilamente los nudillos, tratando de no reírse. Sus ojos chispearon sólo un poquito.

—¿Cómo se lo está tomando René? —preguntó Miles.

—Parece que últimamente se ha vuelto bastante retraído —dijo Alys, con preocupación.

—Yo… tal vez lo llame.

—Eso estaría bien —dijo Gregor con gravedad—. Sigur intenta reclamar todo lo que René heredó, pero ha hecho saber que está dispuesto a quedarse sólo con el condado y sus propiedades. Supongo que también habrá discusiones sobre propiedades heredadas por las líneas femeninas que no se están cuestionando.

—Mientras tanto —dijo Alys—, Sigur ha enviado una nota a mi oficina solicitando el lugar que legítimamente le corresponde como conde Vorbretten en el desfile de la boda y en los juramentos. Y René ha enviado una nota pidiendo que se impida a Sigur participar en las ceremonias si el caso no se ha resuelto todavía a su favor cuando se celebren. Bien, ¿Gregor? ¿Quién colocará su mano entre las de Laisa cuando sea nombrada Emperatriz, si el Consejo de Condes no ha decidido para entonces?

Gregor se frotó el puente de la nariz y cerró los ojos un instante.

—No lo sé. Tal vez tengan que ser ambos. Provisionalmente.

—¿Juntos? —dijo lady Alys, haciendo una mueca de desdén—. He oído que los nervios están a flor de piel —miró a Ivan—. Exacerbados por la gracia que ciertas personas sin seso parecen encontrarle a lo que no es más que una situación dolorosísima.

Ivan empezó a sonreír, pero al parecer se lo pensó mejor.

—Confiemos en que no decidan estropear la solemnidad de la ocasión —dijo Gregor—. Sobre todo mi decisión respecto a sus peticiones sigue aún pendiente. Supongo que debería encontrar algún medio de hacérselo saber, con amabilidad. Ahora me veo obligado a evitarlos…

Su mirada se posó sobre Miles.

—Ah, lord Auditor Vorkosigan. Parece una tarea para ti. ¿Serías tan amable de recordarles a ambos la delicadeza de sus posiciones, si las cosas parecen salirse de madre en algún momento?

Como la descripción oficial del trabajo de Auditor Imperial era, de hecho,
lo que tú digas, Gregor
, Miles apenas pudo discutir. Bueno, podría haber sido peor. Se estremeció al pensar en cuántas tareas podrían haberle asignado ya, si hubiera sido tan estúpido de no asistir a aquella reunión.

—Si, señor —suspiró—. Haré lo que pueda.

—Las invitaciones oficiales empezarán a circular pronto —dijo lady Alys—. Hacedme saber si hay algún cambio. —Pasó la última página—. Oh, ¿han dicho tus padres exactamente cuándo llegarán, Miles?

—Suponía que lo sabrías antes que yo. ¿Gregor?

—Se han asignado dos naves imperiales para el Virrey —dijo Gregor—. Si no hay ninguna crisis en Sergyar que lo impida, el conde Vorkosigan dio a entender que estaría aquí con más antelación que en la pasada Feria de Invierno.

—¿Van a venir juntos? Creía que mamá vendría pronto, para ayudar a tía Alys.

—Quiero mucho a tu madre, Miles —suspiró lady Alys—, pero después del compromiso, cuando le sugerí que viniera a casa para ayudarme con estos preparativos, su respuesta fue que Gregor y Laisa deberían fugarse.

Gregor y Laisa reflexionaron taciturnos sobre aquella idea y se dieron la mano por debajo de la mesa. Lady Alys frunció el ceño, inquieta por este peligroso conato de rebelión.

Miles sonrió.

—Bueno, claro. Eso es lo que hizo ella. Después de todo, le salió bien.

—No creo que hablara en serio, pero con Cordelia nunca se sabe. Es sorprendente cómo todo este asunto saca a relucir a la betana que lleva dentro. No puedo sino agradecer que haya permanecido en Sergyar. —Lady Alys miró sus papeles y añadió—: Fuegos artificiales.

Miles parpadeó, y entonces advirtió que no se trataba de una predicción sobre los probables resultados de la diferencia de puntos de vista sociales entre su madre betana y su tía barrayaresa, sino más bien, del último (gracias a Dios) punto en la agenda del día.

—¡Sí! —dijo Gregor, sonriendo ansiosamente. Todos los barrayareses congregados a la mesa, incluida lady Alys, se animaron. Una pasión cultural innata por las cosas que estallaban, tal vez.

—¿Con qué calendario? —preguntó lady Alys—. Naturalmente se celebrará la muestra tradicional el Día del solsticio de Verano, la noche posterior a la Revista Militar Imperial. ¿Quieres fuegos en las tres noches anteriores a la boda, además de en la noche de la boda misma?

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