Read Las normas de César Millán Online

Authors: César Millán & Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

Las normas de César Millán (9 page)

BOOK: Las normas de César Millán
9.38Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Aun con 15 años y luchando contra su artritis y sus huesos entumecidos Daddy se comportó como el profesional que siempre había sido. En cuanto Daddy llegó Viper asomó la cabeza de debajo de la litera para olisquearlo y entre ellos empezó a surgir una comunicación silenciosa. Daddy sólo necesitó cuatro minutos y medio para que un entregado Viper lo siguiera hasta el exterior de la habitación. Daddy se convirtió en el nexo de confianza entre Viper y yo. Una vez más Daddy me había salvado.

«No me puedo creer lo que acabo de ver», dijo Sharron ante la rápida y entusiasta respuesta de Viper a Daddy. «Casi me echo a llorar», afirmó Harlen.

Viper estaba muy mal cuando lo acogí. Cualquier perro que pase sus primeros ocho meses de vida —los más importantes en relación con su crecimiento— en una jaula tendrá mucho que superar en su vida. Viper carecía de toda autoestima y confianza. Tenía que sacarlo de su entorno y empezar de cero en un lugar nuevo.

Lo primero que hice fue llevarlo al tráiler de
El encantador de perros
, donde lo recibió la manada. La presencia de un grupo de perros tranquilos, amistosos y equilibrados tuvo un inmediato efecto relajante sobre él. Cuando volvimos al rancho aún era de día. Quería que dejara salir su esencia de perro, así que dejé que correteara con el resto de la manada por la inmensa pradera que yo llamo «zona de pastoreo». Cuando empezaba a oscurecer su olfato empezó a funcionar y vino hacia mí sin necesidad de correas ni de ningún otro método de coacción.

Durante su primera semana conmigo Viper se convirtió en un miembro más de la manada. A través de los otros perros de la manada —su nueva familia— poco a poco me fui ganando su confianza. Le encantaba dar largas carreras por las colinas y salir de excursión a la montaña.

Mientras vivía con Harlen Viper se asustaba con cualquier herramienta: desde una cadena de estrangulación hasta un collar electrónico o una simple correa. Cualquiera de esos objetos —incluso la presencia de un desconocido— bloqueaba de inmediato a Viper. Dado que todas esas herramientas que Harlen había tratado de usar estaban relacionadas con una persona, y dado que vivimos en un mundo en el que hay que controlar mediante correas a los perros, necesitaba transformar esas herramientas en una experiencia saludable para él. Tenía que hacer borrón y cuenta nueva y que fueran algo completamente nuevo para él.

Empecé por lo básico: necesitaba que se familiarizara con una simple correa para que pudiera sacarlo de allí y enfrentarlo a nuevos escenarios que serían parte fundamental de su rehabilitación. A Viper le encanta jugar con la pelota, así que en cuanto se ponía a jugar me resultaba más fácil ponerle la correa. Poco después ya asociaba la correa con algo positivo: ¡jugar con la pelota! Al adiestrar a un perro, la mayoría le coloca la correa justo en la base del cuello. Si han visto mi programa, sabrán que me gusta ponerla en lo más alto para que el perro tenga menos oportunidades de controlar la situación tirando de ella. Desde ese momento Viper comprendió que si la correa estaba en lo más alto tenía que avanzar. Después se relajaba porque es lo que quería hacer desde el principio. Sencillamente nadie supo cómo ayudarlo a superar ese temible obstáculo.

La semana siguiente, en plena rehabilitación de Viper, tenía que volar a Nueva York para unas reuniones de negocios, firmas de libros y entrevistas de televisión. Necesitaba a Junior y a Angel para mis apariciones en televisión, pero decidí llevarme también a Viper. Nuestra confianza mutua aún estaba muy verde y no quería que recayera. Y para un perro que se asusta de las personas y del bullicio Nueva York podía ser un reto alucinante. Pero ya había visto tal progreso en él que quería subir la apuesta en su rehabilitación. Angel y Junior ya sabían sentirse cómodos en un lugar como Nueva York, por lo que Viper podría seguir su ejemplo y no alterarse. Cuando yo estaba ocupado con mis apariciones en televisión, el productor Todd Henderson se encargaba de mantener ocupados a los perros. Mi relación con Viper era cada vez más estrecha y no quería que se sintiera tan unido a mí que me viera como la única persona que podía ayudarlo.

Todd es corredor de fondo, así que en Nueva York se llevaba todos los días a Viper y a Junior a correr con él por Central Park. «Un día decidí ir hasta Times Square, recorrer a pie más de treinta manzanas hasta el corazón mismo de Manhattan, con todas sus luces y toda esa gente. Conseguir que Viper caminara a mi lado hasta el mismo corazón del monstruo y sin asustarse resultó realmente emocionante. Fue la cima de mi viaje».

Cuando llegó el decimosexto día de la rehabilitación de Viper aún estaba en Nueva York. Decidí recurrir a una herramienta que apenas uso —una flexicorrea— para que se sintiera menos atado. Dada su tendencia a ponerse un poco pegajoso con las personas en las que confía, quería que pudiera resolver algunos de sus problemas de ansiedad por sí mismo, que no dependiera constantemente de mí para solucionarlos. Lo hizo de maravilla a través de Central Park hasta llegar al Museo de Historia Natural. Nos cruzamos con corredores, con ciclistas, con patinadores, con paseantes y con el mayor miedo de Viper, chicos en monopatín, pero siguió avanzando. Con cada nueva aventura veía que su confianza iba en aumento.

De regreso a Los Ángeles seguí llevando a Viper a lugares nuevos: Venice Beach, Hollywood Boulevard, una sesión de fotos con muchos focos y ajetreo. Incluso lo llevé a la grabación de algunos episodios de
El encantador de perros
.

Crear buenas vibraciones

A medida que Viper recobraba su fuerza y su confianza decidí tratar de reproducir una situación que le había resultado muy traumática en su momento.

Cuando Harlen sacó a Viper de su perrera, en nuestro primer encuentro, toda esa resistencia y ese tira y afloja fueron una experiencia muy traumática para los dos. Cada uno trataba de tirar en una dirección y al final Viper se bloqueó. A Harlen le entristecía haber disgustado a Viper, así que entre ellos había una energía negativa, tensa. La correa y el collar perjudicaron su relación y dañaron su confianza mutua.

Aunque Viper ya se había acostumbrado a la correa, no quería arruinar el trabajo que había hecho con él dejando que pensara que la correa era lo único que lo haría salir de la perrera. Decidí usar un collar electrónico vibrador para guiar a Viper a distancia y hacerle creer que era él quien tomaba las decisiones sin sentirse atado por la correa a una persona.

Es importante tener en cuenta que cualquier tipo de collar electrónico es una solución a corto plazo, nunca a largo plazo, para un problema de conducta. Si tiene que usarlo a largo plazo es que lo está haciendo mal. No use nunca un collar electrónico para la obediencia de formación o para añadir una nueva conducta. Y siempre que utilice una nueva herramienta asegúrese de que su perro se siente cómodo con ella antes de intentar cambiar su conducta. Viper ya se había sentido molesto con el collar electrónico de Harlen, así que me tomé mi tiempo para crearle una asociación positiva, poniéndole el collar de manera ocasional. Cuando ya se sentía cómodo con él, hice que lo llevara de forma habitual durante semanas antes de apretar el botón. Hacía todas las actividades que ya le eran familiares, con y sin el collar electrónico, para acostumbrarse a su peso y a no llevarlo.

Cuando llevábamos unos veintiocho días de rehabilitación, vi que Viper estaba cómodo con la nueva herramienta. Ya habíamos pasado lo más difícil para construir una sólida plataforma de confianza mutua. Sólo entonces opté por recrear la situación en la que lo invitaba a salir de su perrera para unirse al equipo de
El encantador de perros
: una manada humana que ahora relacionaba con la familia y los buenos momentos. En el pasado, cuando una situación nueva provocaba nervios, timidez o inseguridad en Viper, éste no trataba de huir: se ponía mirando a la pared o buscaba un sitio donde esconderse y encerrarse. Su reacción era peor incluso que una huida en toda regla, porque un animal que huye al menos está realizando una acción positiva, está avanzando. La parálisis de Viper era lo contrario a la conducta de un perro equilibrado, que, por cauto que sea, siempre siente curiosidad.

Elegí el collar electrónico para esa situación en concreto en un intento por separar la relación que Viper tenía conmigo —o con cualquier otra persona— de su relación con el correctivo (como un tirón de correa) que le decía que no huyera de las personas. También le proporcionaba libertad de elección —es decir, libertad para salir de la perrera y libertad para estar con gente—. Es importante tener en cuenta cuándo usaba el vibrador y cuándo no. Si lo hubiera utilizado cuando echaba a correr, habría relacionado la vibración con la persona o el objeto de los que huía. No era lo que yo quería. Por el contrario, usaba la vibración cuando se detenía y quedaba paralizado, o cuando llegaba a la pared, a la verja o al lugar donde tratara de esconderse. Eso lo impulsaba a olvidarse de sus ganas de esconderse y regresar junto a la persona o el objeto sin vibración. La vibración se convirtió en simple comunicación: un sí o un no, una forma de decir «frío, frío» o «caliente, caliente».

Dado que Viper había desconfiado siempre de los seres humanos, era importante crearle un «círculo de confianza» entre los miembros del equipo que, sin hablar, ignoraban a Viper para que fuera él mismo quien descubriera la vibración. Al alejarse comprendió poco a poco que esas personas no trataban de agarrarlo ni lo obligaban a hacer nada. Podía elegir por sí mismo apartarse de la pared o del escondite donde la había sentido y acercarse a esas personas que no lo estaban presionando para que actuara. Dejamos que Viper se tomara su tiempo para llegar a sus propias conclusiones: «Dentro del círculo de personas hay calor, estoy cómodo y cuando huyo y me escondo ya no lo estoy».

Por fin, cuando nueve minutos después Viper vino hacia mí y se unió a nosotros en el círculo de
El encantador de perros
, lo premié con halagos y caricias. Junior se acercó y lo recompensó a su manera, lamiéndole la cara y diciendo: «Relájate, aquí se está bien». Es otro buen ejemplo de por qué siempre recurro a los perros para ayudarse entre sí. Pueden captar el mensaje de la confianza mucho más rápido que las personas. Como ven, el collar electrónico ni siquiera fue la herramienta fundamental en ese ejercicio con Viper. El instrumento más eficaz fue la energía cálida, paciente y tranquila de los miembros del equipo y el apoyo de Junior, el amigo canino de Viper.

El trigésimo séptimo día decidí enfrentar a Viper a su gran reto. Lo llevé a un concurrido parque en Santa Clarita donde mis hijos solían ir a montar en monopatín. Mi objetivo consistía en que perdiera el miedo al ruido de los patines: sin decirle cómo, dejando que él mismo descubriera que no le pasaría nada malo aunque se viera rodeado de extraños sonidos. Una vez más usé la flexicorrea para que tuviera espacio para solucionar sus problemas y para que no me usara como muleta o escondite para huir de lo que lo asustaba.

Primero lo paseé por el parque. Siempre que trabajamos con un perro debemos dejar que conozca el entorno antes de plantearle el desafío.

Quería liberar a Viper de sus miedos sumergiéndolo en los sonidos y los movimientos que tanto lo asustaban. Pero, como siempre, es importante tener en cuenta que no empecé a trabajar con él ni lo solté en el parque en medio de los patinadores desde el primer día. Eso sucedió cuando ya había pasado más de un mes, después de haber vivido el caos de Nueva York, el ajetreo de Hollywood y los ensayos nocturnos en casa con un único monopatín gracias a la colaboración de mi hijo Calvin. Para Viper aquello era más que un examen final.

A medida que nos acercábamos al parque el ruido era mayor. Viper no se bloqueó como antes, pero se le veía alerta y nervioso. Para ayudarlo me llevé a mi manada humana: mis hijos Calvin y André. Siempre se relajaba con ellos. Siempre que expongamos a un perro a algo nuevo es útil llevar personas, perros u objetos que identifique con estar relajado. A continuación los cuatro nos sentamos junto a la pista de patinaje y contemplamos la escena durante unos cinco minutos.

Me sentía orgulloso de Viper: estaba alerta, pero no demasiado ansioso. Al cabo de unos minutos lo devolví a la tranquilidad del césped que rodeaba el parque para que descansara; luego regresamos otra vez a la pista de cemento. En nuestro tercer paseo por el parque caminaba delante de mí, relajado, confiado, con la cola en alto, a pesar de que la gente seguía patinando alrededor. Fue un día muy productivo: un día en el que la confianza venció al miedo irracional.

El quincuagésimo quinto día llevamos a Viper a casa de Harlen y Sharron Lambert. Ya no estaba bajo mínimos. Aún era un perro dubitativo, cauto, pero había renovado su confianza y respondía de forma mucho más moderada a las cosas que le provocaban ansiedad. La manada viajó con él en la furgoneta para darle apoyo moral.

Cuando llegué a casa de Harten y abrí la portezuela, Viper saltó de inmediato y echó a correr doblando la esquina de las oficinas de la ASK-9, seguido por la manada. En cierto modo había tenido una regresión al estado huidizo en que se encontraba cuando vivía en la ASK-9. Llamé a la manada y Viper la siguió.

Al principio se acercó a Todd, el productor, y a Mercer, el encargado de exteriores y adiestrador, porque con ellos se había sentido seguro los últimos dos meses. Harlen estaba muy disgustado. Pensaba que Viper ya no lo reconocía o no mostraba interés. Le dije que Viper se había acostumbrado en su antiguo entorno a ser de una manera muy concreta, y que teníamos que darle tiempo para adaptarse a la nueva situación. Era importante que todos nos tranquilizáramos y no lo presionáramos. Cuando Viper se giró y fue hacia los rincones donde solía esconderse antes de pasar por la rehabilitación, usé el collar vibrador para recordarle que estaría más seguro entre nosotros. Ordené a Todd y a Mercer que lo ignoraran. De ese modo estaba entregando a Harlen una correa invisible.

A los doce minutos de nuestra llegada Viper reconoció a Harlen: saltó sobre él y lo cubrió de lametones celebrando su vínculo de cariño. Harlen estaba increíblemente emocionado. «Notaba cómo me brotaban las lágrimas porque ése es mi chico. Su conducta ha cambiado por completo».

Entonces ¿cómo pasó Viper de ser un perro asustadizo, bajo mínimos, a ser un animal equilibrado, cauto pero cariñoso? Creo que su inseguridad provenía de su atormentada infancia, pero por desgracia Harlen había tratado de rehabilitarlo mediante el adiestramiento en lugar de la psicología canina. Todo aquel que sepa entrenar a un perro para que encuentre teléfonos móviles tiene que ser un adiestrador de perros excepcional, pero lo que Harlen no sabía era cómo rehabilitar a un perro tan descontrolado como Viper. Mi rehabilitación no se basaba en herramientas, aunque me resultaba útil emplearlas de vez en cuando. Se basaba en los propios cimientos de la relación entre el ser humano y el perro: los cimientos de la confianza.

BOOK: Las normas de César Millán
9.38Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Your Unlimited Life by Casey Treat
A Cat's Tale by Melissa Snark
Dragonlove by Marc Secchia
Lady Amelia's Secret Lover by Victoria Alexander
Lieutenant by Grenville, Kate
Daughter of Prophecy by Miles Owens
Italian All-in-One For Dummies by Consumer Dummies
Sister Katherine by Tracy St. John
2 a.m. at the Cat's Pajamas by Marie-Helene Bertino