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Authors: Karel Capek

Tags: #Ciencia Ficción

La guerra de las salamandras (32 page)

BOOK: La guerra de las salamandras
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Consideren ustedes el siguiente recorte, de gran interés, por desgracia escrito en una lengua desconocida y, por lo tanto, intraducibie:

SAHT NA KCHRI TE SALAAM ANDER BWTAT

Saht gwan t'lap ne Salaam Ander bwtati og t'chenl bechri ne Simbwana m'bengwe ogandi sukh na moi-moi opwana Salaam Ander sri m'oana gwen's.

Og di limbw, og di bwtat na Salaam Ander Kchri p'we ogandi p'we o'gwandi te ur maswali sukh? Na, ne ur lingo t'Islamli kcher oganda Salaam An-drias sahti. Bend op'tonga kchri Simbwana medh, salaam!
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[11]
Una prueba característica la proporciona la encuesta organizada por el diario
Daily Star
sobre el tema: «¿Tienen alma las salamandras? Citaremos algunas respuestas a esta encuesta (desde luego, sin hacernos responsables de su veracidad), de ciertas personalidades destacadas:

DEAR SER:

mi amigo, el reverendo H.B. Bertram y yo, hemos observado durante largo tiempo a las salamandras que trabajaban en el dique de Aden. También hablamos con ellas dos o tres veces y nunca tropezamos con demostración o muestras de altos sentimientos, como son: Honor, Fe, Patriotismo o Espíritu Deportivo. ¿Y qué otra cosa, pregunto yo, podemos considerar como alma?

Respetuosamente suyo

CORONEL W. BRTTTON

No he visto nunca una salamandra, pero estoy convencido de que seres que no producen música, tampoco tienen alma
.

TOSCANINI

Dejemos a un lado la cuestión del alma. Cuando he observado al Andrias he advertido que no tienen individualidad, parecen ser unos iguales a otros, igualmente aplicados, igualmente capaces e igualmente inexpresivos. En una palabra: completan un cierto ideal de la civilización moderna, o sea, El Término Medio
.

ANDRÉ D'ARTOIS

Decididamente, no tienen alma. En eso se parecen al hombre
.

Suyo

G.B. SHAW

Su pregunta me llena de confusión. Sé, por ejemplo, que mi perrito chino Bibí tiene una almita encantadora, igual que mi gatito persa Sidi Hanum, ¡qué alma más formidable y cruel! Pero ¿las salamandras? Son bien dispuestas e inteligentes esas pobrecitas; saben hablar, contar y ser terriblemente útiles. ¡Pero son tan feas!

Suya

MADELEINE ROCHE

Que haya salamandras, con tal de que no haya marxistas
.

KURT HUBER

No tienen alma. Si la tuvieran, tendríamos que reconocerles igualdad económica con el hombre, lo que sería absurdo
.

HENRY BOND

No tienen sex-appeal. Por eso mismo, no tienen alma
.

MAE WEST

Tienen alma lo mismo que cada ser y cada planta, como la tiene todo lo que vive. ¡Grande es el misterio de la vida toda!

SANDRABHARATA NATH

Tienen un interesante estilo y técnica de natación, podemos aprender mucho de ellas, sobre todo en la natación a grandes distancias
.

JOHNY WEISMÜLLER
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[12]
Véase el libro:
Madame Louise Zimmerman, sa Vie, ses Idees, son Oeuvre
(Alcan). Citamos de dicha obra los recuerdos de una salamandra que se contaba entre sus primeros discípulos:

«Nos recitaba fábulas de La Fontaine sentada en nuestro sencillo, pero limpio y cómodo estanque; sufría, desde luego, a causa de la humedad, pero nada le importaba, entregada como estaba por completo a sus tareas de enseñanza. Nos decía "mis chinitos" porque, lo mismo que los chinos, tampoco podíamos pronunciar la "r". Al cabo de algún tiempo se acostumbró tanto a ello, que pronunciaba su nombre "Zimmelman". Todas la adorábamos, y los pequeños que no tenían todavía desarrollados los pulmones y, por lo tanto, no podían salir del agua, lloraban al no poderla acompañar durante sus paseos por el jardín de la escuela. Era tan comedida y amable que, hasta donde alcanzo a saber, solamente se enfadó una vez. Fue cuando nuestra joven maestra de historia, en un día calurosísimo de verano, se puso el bañador y se metió con nosotras en el estanque, donde nos explicó la lucha por la libertad de los Países Bajos, sentada con el agua hasta el cuello. Aquella vez nuestra querida señorita Zimmerman se enfadó seriamente: "¡Vaya en seguida a secarse, señorita, vaya, vaya!", le gritó con lágrimas en los ojos. Para nosotras fue una delicada, pero comprensible lección de que, después de todo, nuestro lugar no está entre la gente. Más tarde hemos agradecido a nuestra madre espiritual el haber grabado esta verdad en nuestra mente de una forma tan decidida y sutil
.

Cuando aprendíamos bien, nos leía como recompensa versos modernos, como los de Franqois Coppée. "Es, desde luego, moderno", decía, "pero, después de todo, también esto se considera hoy buena educación". Al terminar el año escolar fue organizada una fiesta pública, a la que asistió el prefecto de Niza además de otras altas personalidades oficiales. Los alumnos más inteligentes y destacados, que ya tenían pulmones, fueron secados por el conserje y vestidos con una especie de túnicas blancas. Después recitaron tras un fino telón (para que las damas no se asustasen), las fábulas de La Fontaine, fórmulas matemáticas y la dinastía de los Capetos acompañada de las correspondientes fechas. Luego el señor prefecto, en un hermoso y largo discurso, expresó su reconocimiento y dio las gracias a nuestra querida directora, con lo que terminó el día felizmente. Tanto como de nuestro progreso espiritual, se preocupaban también de nuestra felicidad corporal. Una vez al mes nos examinaba un veterinario, y cada medio año nos pesaban para ver si teníamos el peso apropiado. Nuestra extraordinaria protectora trataba de convencernos, principalmente, de que dejásemos la costumbre vergonzosa y primitiva de la Danza de la Luna. Me avergüenza decir que, a pesar de ello, algunos alumnos mayores se entregaban durante el plenilunio a estas vergonzosas muestras de animalidad. Espero que nuestra maternal amiga no se enterase, pues ello hubiera deshecho su grande y noble corazón.»
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[13]
Entre otras cosas, el famoso filólogo Curtius propuso en su obra j
'anua linguarum aperta
, que se adoptase como lengua única para las salamandras el latín de la Edad de Oro de Virgilio. «Hoy está en nuestras manos» decía, «que el latín, la lengua más perfecta, más rica y más extensa en reglas gramaticales y científicamente más trabajada, se convierta de nuevo en una lengua mundial viva. Si la humanidad culta no aprovecha esta ocasión, háganlo ustedes mismas, salamandras,
gens marítima
. Elijan como su lengua materna
eruditam linguam latinam
, la única lengua digna de ser hablada en el
orbis terrarum
. Inmortal será vuestro mérito, salamandras, si resucitáis a una nueva vida la lengua eterna de los dioses y los héroes, porque en esta lengua,
gens Tritonum
, recibiréis también algún día la herencia de Roma, gobernadora del mundo.»

Por otra parte, cierto empleado de telégrafos de Letonia llamado Wolteras, junto con el pastor eclesiástico Mendelius, inventó o preparó un lenguaje para salamandras llamado «lengua póntica». En ella aprovechó los elementos de todas las lenguas del mundo, principalmente los dialectos africanos. Este «salamandrio», como también se le llamaba, consiguió extenderse principalmente en los Estados nórdicos pero, por desgracia, sólo entre los seres humanos. En Upsala se creó una cátedra para la enseñanza del salamandrio, pero, según se sabe, no había ni una salamandra que hablase dicho idioma. La lengua más extendida entre las salamandras era el inglés básico que, más tarde, se convirtió en su lengua oficial.
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[14]
Publicamos un artículo de la pluma de Jaromír Seidl-Novometsky, conservado en la colección del señor Povondra.

NUESTRO AMIGO DE LAS ISLAS GALÁPAGOS

En viaje con mi esposa, la poetisa Jindra Seidlová-Chrudimská, para que la magia de las nuevas emociones nos hiciera olvidar en parte la muerte de nuestra noble tía, la escritora Bohumila Jandová-Stresovická, llegamos a las solitarias Islas de los Galápagos, coronadas de tantas leyendas. Disponíamos de dos horas, que aprovechamos para pasear por la playa de una de estas islitas del abandonado archipiélago. «Mira qué hermosa puesta de sol», le dije a mi esposa. «¿No te parece como si el firmamento se ahogara en una inundación de oro y sangre?»

«¿El señor es checo?», oí decir a mi espalda en puro y verdadero checo.

Volvimos sorprendidos la cabeza en dirección a la voz. No había nadie, a excepción de una gran salamandra que estaba sentada en las rocas y sostenía entre sus manos algo parecido a un libro. Durante el curso de nuestro viaje alrededor del mundo habíamos visto ya varias salamandras pero, hasta entonces, nunca habíamos se tenido ocasión de hablar con ellas. Por eso comprenderá el amable lector nuestra sorpresa cuando, en un litoral tan abandonado, nos encontramos con Andrias y, además, le oímos hacer una pregunta en nuestro propio idioma.

«¿Quién habla ahí?», exclamé en checo.

«Yo me permití ese atrevimiento, señor», contestó la salamandra levantándose respetuosamente. «No he podido remediarlo al oír, por primera vez en mi vida, hablar en lengua checa.»

«¡Cómo!», exclamé maravillado, «¿usted habla checo?»

«Precisamente estaba entretenido en la conjugación del verbo irregular "ser"», contestó la salamandra. «Este verbo, en realidad, es irregular en todas las lenguas.»

«¿Cómo, dónde y por qué ha aprendido usted checo?», pregunté yo.

«La casualidad hizo llegar a mis manos este librito», contestó la salamandra, dándome el que tenía en sus manos. Era
Lengua checa para salamandras
y sus hojas llevaban huellas de un constante y aplicado uso. «Ha llegado hasta aquí junto con un envío de libros instructivos. Podría haber elegido una
Geometría para Cursos Superiores de las escuelas de enseñanza media
, una
Historia de la Táctica Militar
, la
Guía de las Dolomitas
o los
Principios del bimetalismo
. Sin embargo, preferí este libro, que se ha convertido en mi mejor amigo. Ya me lo sé completamente de memoria y, a pesar de ello, siempre encuentro en él fuente de entretenimiento y enseñanza».

Mi esposa y yo demostramos nuestra alegría y admiración ante esta noticia y al oír su pronunciación casi comprensible.

«Por desgracia, no hay aquí nadie con quien pueda hablar checo», nos confió con modestia nuestro amigo. «Y no sé exactamente si el séptimo caso de la declinación de la palabra "caballo" es
kun, koni
o
konmi.»

«Konmi»
, dije. «¡Oh, no!
koni»
, exclamó vivamente mi esposa.

«¿Sería usted tan amable de contarme qué hay de nuevo en Praga, la ciudad de las cien torres?», exclamó nuestro simpático amigo con entusiasmo.

«No puede usted imaginarse cómo crece», contesté entusiasmado por su interés, y, en unas cuantas palabras, le dibuje el florecimiento de nuestra dorada metrópoli.

«¡Qué noticias tan agradables!», dijo la salamandra sin ocultar su satisfacción. «¿Todavía están colgadas en la torre del puente las cabezas de los nobles checos ajusticiados?»

«Hace tiempo que no», le contesté un poco sorprendido (lo reconozco), ante aquella pregunta.

«¡Qué lástima!», exclamó la salamandra con simpatía. «Era un extraordinario recuerdo histórico. Clama al cielo que tantos recuerdos notables fueran destrozados en la Guerra de los Treinta Años. Si no me equivoco, la tierra checa quedó entonces convertida en un desierto, cubierta de sangre y lágrimas.»

«¿A usted le interesa nuestra historia?», exclamé lleno de alegría.

«Desde luego, señor», aseguró la salamandra. «Sobre todo, el desastre de la Montaña Blanca y la esclavitud de los trescientos años. He leído mucho sobre todo ello en este libro. Deben de estar ustedes muy orgullosos de su esclavitud de los trescientos años. Fue una gran época, señor.»

«Sí, una dura época», expliqué yo, «época de opresión y de cólera.»

«¿Y gimieron ustedes?», preguntó nuestro amigo con gran interés.

«Gemimos, sufriendo indescriptiblemente bajo el yugo de nuestros opresores.»

«¡Cuánto me alegro!», suspiró la salamandra. «Mi libro lo dice así, exactamente, y estoy muy contento de que diga la verdad. Es un libro precioso, señor, mejor que la
Geometría para Cursos Superiores
. Me gustaría había sociedades protectoras de animales que se preocupaban febrilmente de que no se las tratara con crueldad o inhumanidad. Gracias a su constante intervención se consiguió que, casi poder visitar un día el lugar histórico en que fueron ajusticiados los Señores de Bohemia, como también otros sitios donde se cometieron cruentas injusticias.»

«¿Por qué no visita nuestro país?», le propuse de todo corazón.

«Gracias por su amable invitación», se inclinó la salamandra. «Por desgracia, no es tanta mi libertad.»

«Nosotros la compraríamos», exclamé yo. «Quiero decir, por medio de una colecta nacional podríamos proporcionarle los medios…»

«Mis más sinceras gracias», murmuró nuestro amigo visiblemente conmovido, «pero he oído decir que el agua del Vltava no es muy buena. ¿Sabe usted? Sufrimos disentería en aguas turbias.» Después meditó un momento y dijo: «Tampoco podría abandonar mi querido jardín.»

«Yo soy una jardinera entusiasta», exclamó mi esposa. «No sabe cuánto le agradecería que me enseñase la flora de aquí.»

«Con gran placer, honorable señora», dijo la salamandra inclinándose respetuosamente al hablar, «si no le importa a usted que mi jardín esté bajo el agua.»

«¿Debajo del agua?»

«Sí, unos metros bajo el agua.»

«¿Y qué flores cultiva usted?»

«Flores marinas en múltiples y raras variedades», respondió la salamandra. «También estrellas marinas y pepinos de mar, sin contar las matas de corales. ¡Bendito sea el que cultivó para su patria una flor, un injerto!, como dice el poeta.»

Sentíamos mucho el marcharnos, pero nuestro barco daba ya señal de partida.

«¿No desea encargamos algo, señor… señor…?»

«Me llamo Boleslav Jablonsky», advirtió apresuradamente la salamandra. «Me parece un nombre muy bello, señor, lo he elegido del libro.»

«¿Qué quiere usted decirle a nuestra nación, señor Jablonsky?»

La salamandra quedó pensativa un momento.

«Dígales a sus compatriotas», dijo profundamente emocionada, «dígales… que no se dejen arrastrar por la vieja discordia eslava, que conserven agradecidos el recuerdo de Lipany, ¡y sobre todo, de la Montaña Blanca! Salud, mis respetos», terminó de pronto, tratando de ocultar sus sentimientos.

Nos fuimos al bote pensativos y conmovidos. Nuestro amigo, subido en las rocas, nos saludaba emocionado; parecía decir algo.

«¿Qué grita?», preguntó mi señora.

«No sé», le dije, pero me pareció oír: «Recuerdos al alcalde, Dr. Baxa.»
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BOOK: La guerra de las salamandras
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