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Authors: Jack Vance

El Rey Estelar (7 page)

BOOK: El Rey Estelar
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Al llegar al Refugio, comprobó que el pequeño espaciopuerto estaba vacío. El Rey Estelar había partido. ¿Por la mañana? ¿O durante la noche? Gersen no tenía la más leve idea. Movido por un oscuro impulso, pagó su cuenta y la de Teehalt. Smade no hizo el menor comentario. Estaba consumido por una negra furia. Le rodaban los ojos en las órbitas y se le distendían las aletas de la nariz, con la barbilla adelantada en son de guerra. La rabia no era seguramente por la muerte de Teehalt, según comprobó Gersen, sino porque el asesino —quienquiera que fuese—, había alterado su ley. Dasce había mencionado a Attel Malagate. Ello había turbado la serenidad del Refugio y había engañado su buena fe. Gersen sintió un leve toque de triste humor, que apenas pudo ocultar. Cortésmente le preguntó:

—¿Cuándo se marchó el Rey Estelar?

Smade apenas si repuso con una colérica mirada, como un toro enfurecido.

Gersen reunió su pequeño equipaje y se marchó del Refugio, declinando la ayuda que le ofreció uno de los chicos de Smade. Marchó una vez más hacia el norte, a través del brezal grisáceo. Cruzando la cresta montañosa miró hacia atrás, para dar un adiós a aquel mar solitario barrido por el viento. Movió la cabeza, silencioso, y murmuró para sí:

—A todos nos ocurre igual... Deseosos de llegar y, al marcharnos, ya estamos pensando cuándo habremos de volver...

Unos minutos más tarde, Gersen puso en marcha los motores de la nave espacial, apuntó hacia el Oikumene, dispuso las necesarias coordenadas espacio-tiempo y pulsó el botón de arranque. El planeta Smade apareció poco después en la pantalla balanceándose en el espacio, y mas tarde desapareció junto con su estrella enana, como una chispa de luz perdida entre millones del espacio cósmico. Las estrellas se deslizaban como luciérnagas absorbidas por un oscuro remolino. La luz llegaba a Gersen por ondulación retardada, sin que el efecto Doppler jugara papel alguno. La perspectiva había desaparecido, el ojo se equivocaba en cualquier apreciación, las estrellas se movían hacia popa, con lo próximo resbalando a través de lo lejano. ¿A qué distancia? ¿A cien metros de distancia? ¿A quince kilómetros? ¿Millones de kilómetros? El ojo humano no tenía capacidad crítica para juzgarlo.

Gersen dispuso el buscador de estrellas hacia el índice de Rígel, conectó el autopiloto y trató de ponerse tan cómodo como se lo permitía el veterano modelo 9-13.

La visita realizada a Smade le había sido muy útil, aunque tal ocasión hubiese acarreado la muerte del desventurado Lugo Teehalt. Malagate deseaba, a toda costa, el monitor de Teehalt. Aquello sería, pues, la premisa que regiría la conducta a seguir en el futuro. Malagate desearía entrar en negociaciones, y con toda certidumbre tendría que actuar a través de un agente suyo. Aunque, a juzgar por lo ocurrido en Smade, se asesinó a Teehalt como primera providencia. En todo aquello había una incógnita. ¿Por qué desearía la muerte de Teehalt? ¿Era la enraizada maldad de Malagate? No era imposible. Pero Malagate había ya matado tanto y destruido tantas cosas que la muerte de un pobre y oscuro hombre como Lugo Teehalt podía proporcionarle muy poco interés.

El motivo podía ser el hábito. Sí, la forma de evitarse complicaciones con un hombre inconveniente era suprimirlo... Y una tercera posibilidad: ¿sería que Lugo había descubierto la secreta personalidad de Malagate, quien, entre todos los Príncipes Demonio, ostentaba la suprema dignidad? Gersen revisó su conversación con Teehalt. A pesar de su pobre aspecto, el hombre se había conducido en tono educado. Debió de haber conocido días mejores. ¿Por qué habría caído en una profesión de tan poca reputación como la de prospector? La pregunta, al menos en aquel momento, carecía de respuesta posible. ¿Por qué un hombre se lanza en una dirección determinada? ¿Por qué y cómo un hombre, presumiblemente nacido de padres corrientes, se convertía en Attel Malagate el Funesto?

Teehalt había insinuado o deducido que Malagate estaba de algún modo envuelto en la falsedad de la nave del prospector. Con aquel pensamiento en la mente, Gersen realizó una cuidadosa investigación en la nave. Halló la tradicional placa metálica de la fábrica: «Liverstone on Fiame», un planeta del grupo de Rígel. El monitor, igualmente, llevaba una etiqueta de bronce detallando la serie y el número, además de la dirección del fabricante: la Compañía de Instrumentos de Precisión Feritse, en Sansontiana, también del grupo de Rígel. No aparecía indicación de su propietario, ni evidencia alguna del registro y matrícula.

Se hacía necesario, por tanto, averiguar la propiedad de la nave indirectamente. Gersen se puso a considerar el problema. Las casas comerciales patrocinaban los dos tercios de todos los vehículos espaciales para prospectores, y su finalidad comercial estaba específicamente dirigida a mundos de especiales atributos: planetas que albergaban gran cantidad de minerales o susceptibles de colonización por grupos disidentes, planetas de características atrayentes en cuanto a clima y naturaleza, que sirviesen como retiro a los millonarios y hombres poderosos, o planetas que se distinguieran lo suficiente por su especial flora y fauna para atraer la curiosidad de comerciantes o biólogos, y en fin, aunque más raramente, aquellos que tuvieran formas de vida inteligente o seminteligente de interés para sociólogos, investigadores científicos, lingüistas, etcétera.

Las casas comerciales estaban concentradas en los centros cosmopolitas del Oikumene: tres o cuatro mundos del Grupo, con las más importantes en Alphanor, en Cutlibert de Vega, Bonifacio de Aloysius, Copus y Orpo, Quantique y la vieja Tierra. El Grupo sería el lugar de partida, si realmente era cierto que Lugo Teehalt había trabajado para una casa comercial. Pero aquello resultaba incierto, de hecho, como Gersen creyó recordar; Teehalt había insinuado otra cosa distinta. De ser así, la investigación se hacía difícil. En general, en las proximidades de las entidades, institutos y universidades, se encontraban los principales empresarios de los prospectores.

Gersen tuvo otra idea. Si Teehalt había sido estudiante o miembro de alguna facultad, colegio superior, liceo o universidad, pudo haberse valido de tal circunstancia para solicitar empleo. Pero enseguida tuvo que corregir su teoría: la conjetura no resultaba necesariamente probable. Un hombre orgulloso, con viejos amigos y antiguos compañeros de estudios que pudieran recordarle ¿habría utilizado ese medio? ¿Era Teehalt un hombre orgulloso? No en esa forma, o al menos así se lo pareció a Gersen. Aunque muy bien pudiera ser que Teehalt hubiera vuelto a su antiguo refugio en busca de seguridad.

Había otra obvia fuente de información: la Compañía de Instrumentos de Precisión Feritse, en Sansontiana, donde el monitor tuvo que haberse registrado a nombre del comprador. Existía, por lo demás, otra razón para visitar la Compañía Feritse: Gersen tenía que abrir el monitor y sacar el archivo. Para ello necesitaba una llave concreta. Los monitores se precintaban a menudo con explosivos o ácidos corrosivos, a fin de evitar la intrusión de manos enemigas y la violenta extracción de un archivo, por lo que en muy contadas ocasiones procuraban una información útil.

Los empleados de la Compañía Feritse podrían o no darles facilidades. Sansontiana era una ciudad de Braichis, una de las diecinueve naciones independientes de Oliphane, y aquella gente de Braichis era testaruda, complicada y peculiar para todo. Las leyes del Grupo repudiaban las reclamaciones que provenían de más allá de la Estaca y frustraban el uso de las trampas explosivas. De aquí la detallada ordenanza explícitamente escrita a bordo de la nave espacial:

«Los fabricantes de estos dispositivos [refiriéndose al monitor] están obligados a ser requeridos para el suministro de llaves, dispositivos, códigos, secuencias numeradas o cualquier otra herramienta, instrucciones para su uso, información adecuada para la apertura sin riesgos del instrumento en cuestión, sin demora, error, reclamación o carga exorbitante o cualquier otro acto que pueda perjudicar al peticionario, siempre que se halle en condiciones legales de demostrar que es propietario legítimo del referido instrumento. La presentación de la placa con la serie original, colocada por los fabricantes en el instrumento, se juzgará suficiente para acreditar su propiedad.»

Todo claro y concreto. Gersen podría procurarse la llave; pero la Compañía no suministraría información sin previo registro del instrumento. Especialmente si Attel Malagate sospechaba que Gersen iba a Sansontiana con este propósito y tomaba sus medidas para impedir tal contingencia. Aquella idea abrió en Gersen otras perspectivas, le hizo cavilar y fruncir el ceño. De ser su temperamento distinto del prudente y cuidadoso que era las diversas opciones que surgían a su vista no tendrían que ocurrir. Salvaría muchas dificultades; pero probablemente moriría más pronto. Sacudió la cabeza con resignación y buscó las cartas estelares.

No lejos de la línea de fisión emprendida en su viaje cósmico se hallaba la estrella T-342 del Cisne y su planeta Euville, donde una población desagradable y en perpetua psicosis vivía repartida en cinco ciudades: Oni, Me, Che, Dun y Ve, cada una de ellas construida en una extraña forma pentagonal, partiendo de una ciudadela interior de cinco caras. El aeropuerto espacial, sobre una isla remota, era llamado oprobiosamente el «Agujero». Todo lo que Gersen necesitaba era encontrar el espaciopuerto, sin tener que visitar las ciudades, y mucho más desde que se requería, en lugar del pasaporte, una estrella tatuada en la frente de color diferente para cada ciudad. Para visitar las cinco ciudades el turista tenía que mostrar cinco estrellas: en naranja, negro, malva, amarillo y verde.

Capítulo 4

De
Nuevos descubrimientos del espacio
, de Ralph Quarry:

«... Sir Julian Hove copió aparentemente su actitud de los exploradores del último Renacimiento. A punto de volver a la Tierra, los miembros de las tripulaciones de sus naves se impusieron la estricta regla de la discreción y el secreto. No obstante, se conocieron algunos detalles. Sir Julian era, para usar el término más adecuado, lo que se dice un ordenancista al estilo militar. Hombre totalmente desprovisto del sentido del humor, hablaba sin despegar los labios, con ojos fríos e inexpresivos por completo, con los cabellos peinados a diario con la misma raya y los mismos mechones que el día anterior, fotográficamente exactos. Aunque ya no se estilaba el asistir a la mesa vestido de etiqueta, ciertas de sus reglas imponían un tono casi igual. Se evitó el uso del nombre de pila, se cambiaban saludos al principio y al final de cada guardia, a pesar de que en conjunto todo el personal era civil. A los técnicos cuyas especialidades no implicaban una formación científica, se les prohibió poner el pie en aquellos fascinantes nuevos mundos, orden que estuvo a punto de producir un motín en regla que pudo evitar el segundo en el mando, Howard Coke, al suavizar las órdenes.

»El Grupo de Rígel es el más fabuloso descubrimiento de Sir Julian, nada menos que veintiséis magníficos planetas, la mayor parte de ellos no solamente habitables, sino saludables para la vida humana, aunque sólo dos de ellos mostraran formas de vida autóctona casi inteligente... Sir Julian, ejerciendo sus prerrogativas, bautizó a los planetas con nombres de héroes de la infancia: Lord Kitchrier, William Gladstone, Archbishop Rollo Gote, Edythe MacDevott, Rudyard Kipling, Thomas Carlyle, William Kircurdbright, Samuel B. Gorshman, Sir Robert Pell y así por el estilo.

»Pero Sir Julian fue despojado de tal privilegio de la forma más inesperada. Telegrafió con anticipación las noticias de su regreso a la Estación Espacial de Maudley, junto con una descripción del Grupo y los nombres otorgados a los componentes de tan magnífico grupo planetario. Pero la lista pasó por las manos de un oscuro oficinista, el joven Roger Pilgham, que rechazó con disgusto las denominaciones de Sir Julian. A cada uno de tales planetas le asignó una letra del alfabeto y como consecuencia los nombres fueron Alphanor, Barleycorn, Chrysanthe, Diogenes, Elfiand, Fiame, Goshen, Hardacres, Image, Jezebel, Krokinole, Lionnesse, Madagascar, Nowhere, Oliphane, Pilgham, Quinine, Raratonga, Sornewhere, Tantamount, Unicorn, Valisande, Walpurgis, Xion, Ys y Zacaranda, nombres derivados de la leyenda, el mito, el romance y de su imaginación. Uno de aquellos mundos estaba acompañado por un satélite, descrito en el despacho telegráfico de Sir Julian como "un fragmento excéntrico, giratorio, de singular formación, compuesto de piedra pómez condrítica".

»La prensa recibió y publicó la lista, conociéndose inmediatamente los planetas del Grupo de Rígel, aunque las amistades de Sir Julian hicieron cábalas sobre la repentina extravagancia de su imaginación. ¿Y qué explicar sobre el nombre Pilgham? Seguro que Sir Julian, a su regreso, explicaría convenientemente el nombre en cuestión.

»El empleado, Roger Pilgham, que en aquel momento salió de la oscuridad en que vivía, volvió pronto a su vida anónima anterior, y no se recuerda que Sir Julian hiciera nada por evitarlo.

»Por supuesto, su regreso fue triunfal y a su debido tiempo usó la frase "lo más impresionante, quizá, son las Montañas New Grampian del Continente norte de Lord Bullwer-Lytton". Un miembro de la audiencia preguntó cortésmente el paradero de Lord Bullwer-Lytton y se descubrió la sustitución.

»La reacción de Sir Julian ante el hecho del cambio de los nombres fue de una extraordinaria furia. El funcionario volvió a su aislamiento y Sir Julian tomó nuevos bríos para volver a la primitiva denominación; pero el daño ya estaba hecho. La temeraria acción de Pilgham captó la fantasía del público, y la terminología de Sir Julian fue olvidándose poco a poco de la memoria de las gentes.»

Del
Manual Popular de los Planetas
, 303ª edición (1292):

«Alphanor: planeta considerado como el centro administrativo y cultural del Grupo de Rígel. Es el octavo en orden orbital.

Diámetro: catorce mil kilómetros. Masa: 1.02.

Duración media del día: 29 horas, 16 minutos, 29,4 segundos.

»Observaciones generales: Alphanor es un mundo prácticamente rodeado de aguas oceánicas, con un clima tonificante. Los mares ocupan las tres cuartas partes de la superficie total, incluyendo los casquetes polares. La masa de tierra está dividida en siete continentes próximos: Frigia, Umbría, Lusitania, Escitia, Etruria, Lidia y Licia, con una configuración que recuerda los pétalos de una flor. Existen incontables islas.

»La vida autóctona es compleja y vigorosa. La flora del planeta no puede compararse en forma alguna con la de la Tierra, que necesita ser atendida y alimentada. La fauna es también muy compleja y, en ocasiones, activamente salvaje, citándose como ejemplos el inteligente hircano mayor de la alta Frigia y la anguila invisible del Océano Taumatúrgico.

»La estructura política de Alphanor es una democracia piramidal, simple en la teoría e intrincada en la práctica. Los continentes están divididos en provincias, y éstas en prefecturas, distritos y zonas; estas últimas comprenden núcleos de población de cinco mil personas. Cada comité de zona envía un representante al Consejo del Distrito, quien elige un delegado para la Dieta Prefectural. Esta, a su vez, envía un delegado al Congreso Provincial, que igualmente procede en igual forma respecto al Parlamento Continental. Cada Parlamento elige siete rectores para el Gran Consejo de Avente, en la provincia del mar de Umbría, el cual vota un Presidente.»

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