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Authors: Megan Maxwell

Tags: #Aventuras, romántico

Desde donde se domine la llanura (13 page)

BOOK: Desde donde se domine la llanura
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—Megan tiene razón —asintió Marlob.

—Abuelo, por favor —gruñó Duncan, desesperado—. No le des la razón como siempre.

—Pues yo pienso como ellos también —sonrió Magnus—. Mi nieta y Niall están hechos el uno para el otro, y creo que el que se casen es una buena opción.

Ewen, semiescondido entre las sombras, corrió hacia la capilla. Debía avisar a Niall de aquella trampa.

—Pero ¿os habéis vuelto todos locos? —gritó Lolach. Shelma clavó su mirada en él y le dijo sin ningún remilgo:

—Lolach McKenna, no vuelvas a insinuar algo así de ninguno de los que estamos aquí, o te auguro problemas.

Duncan y Lolach se miraron, incrédulos. ¿Se habían vuelto todos locos? —Venga…, venga…, muchachos, corramos o al final llegaremos tarde, y esta boda no me la quiero perder —apremió Magnus.

Duncan, asombrado al ver a los ancianos tan felices, miró a su intrépida mujer y dijo:

—No querría estar en tu pellejo, querida mía, si este enlace sale mal. Tras un suspiro divertido, Megan asió con fuerza la mano de su marido.

—Si este enlace sale tan mal como el nuestro, me daré por satisfecha —le susurró tras un arrumaco.

Sin decir nada más, todos se dirigieron hacia la pequeña capilla del castillo de Dunstaffnage. Se iba a celebrar una boda, ¿o no?

Capítulo 16

Con los nervios a flor de piel, Gillian no dejaba de mirar en dirección a la puerta de la capilla, mientras el padre Gowan resoplaba y Kieran sonreía como un bobo ante el altar.

—Padre Gowan, le encuentro un poco nervioso —se mofó el supuesto novio. Secándose el sudor de la frente con un pañuelo que sacó de su hábito, el hombre suspiró.

—Hijo…, no sé aún qué estoy haciendo, pero confieso que cuando mi querida Megan me lo ha pedido, no he podido decirle que no.

Todos rieron. Todavía no conocían a nadie que Megan no hubiera conseguido convencer para sus propósitos.

—¡Kieran! —le advirtió Axel, mirándole—, si Niall no aparece, te obligaré a casarte con mi hermana. No voy a permitir que Ruarke la humille cuando se entere de esto, ¿lo has entendido?

—Tranquilo, Axel, ese testarudo aparecerá, y si no, me casaré con ella.

—No, no te casarás conmigo. No lo voy a consentir —le aclaró Gillian.

—Tú te callas —replicó Axel.

—No me casaré con Kieran, te pongas como te pongas —le dijo volviéndose hacia él, furiosa.

Ver su gesto aniñado y su testarudez hizo sonreír a los hombres y Kieran aprovechó para recordarle:

—Eso es justo lo que le tienes que decir a Niall para que se empeñe en hacerlo. No lo olvides.

En ese momento, se oyeron pasos rápidos acercándose, y Kieran, cogiendo con rapidez las manos de Gillian, sonrió.

—Que seas muy feliz, preciosa —le susurró dándole un beso en la mejilla. Como si un vendaval hubiera abierto las puertas de la capilla, así apareció Niall.

Sus ojos marrones echaban chispas y se clavaron en aquellos que ante el padre Gowan se miraban a los ojos cogidos de las manos. Niall, sin pararse, fue hasta ellos y, con un gesto brusco, atizó un puñetazo a Kieran en el rostro, de modo que cayó hacia atrás. Axel fue a auxiliarlo.

Niall, enfurecido, se volvió hacia una temblorosa Gillian, que lo miraba. Estaba tan pálida como el padre Gowan.

—¡No te casarás con él! ¡Te lo prohíbo! —gritó. La muchacha quiso hablar, pero por primera vez en su vida no pudo. Niall había ido a impedir la boda. Eso sólo podía significar que aún la amaba. Niall, todavía más enfadado al ver que ella no decía nada, la tomó con brusquedad del brazo y, mirando hacia Axel y Kieran, vociferó:

—Si alguien ha de casarse aquí con ella, seré yo. Como Axel asintió sin rechistar, Niall se afianzó.

—No me casaré contigo, McRae. Eres el último hombre con el que me desposaría —murmuró Gillian, temblorosa, tras un aviso de Kieran. Niall volvió sus fieros ojos hacia ella y resopló:

—Gillian, no voy a permitir que te cases con otro hombre que no sea yo. Ewen entró en la capilla a grandes zancadas y se acercó a un furioso Niall.

—Debemos hablar —le susurró.

—Ahora no, Ewen —respondió Niall—. Después, hablaremos. —Pero, mi señor…

—¡He dicho que ahora no, Ewen! —bramó, molesto. Atónita por el tono de voz de Niall, fue a moverse, pero él asió con fuerza su mano, tiró de ella y, una vez que la tuvo bajo su semblante atemorizador, le soltó:

—No volveré a repetir lo que he dicho, Gillian. No me subestimes. Entonces aparecieron Megan, Duncan y todos los demás, y con rapidez tomaron asiento. Ewen cruzó una significativa mirada con Duncan, y luego se encogió de hombros y se posicionó en un lateral de la capilla. Instantes después, llegaron los barbudos hombres de Niall, quienes al verlo ante el altar con aquella joven se sorprendieron.

Duncan, incapaz de callar y seguirle el juego a su mujer, se levantó para horror de ésta.

—Niall, tengo que hablar contigo.

—Ahora no, Duncan.

—Es importante. Muy importante —insistió éste, consternado al ver cómo la capilla se llenaba de gente. Necesitaba hablar con él a solas.

Pero Niall no quería escuchar a nadie. Sólo quería una cosa: casarse con Gillian antes que cualquier otro lo hiciera. Finalmente, Duncan, tras insistir un par de veces más, se sentó ante la mirada triunfal de su mujer.

—McRae —lo chinchó Kieran, que se tocaba el golpe que tenía en la cabeza—, si sigues pensándolo, al final seré yo quien me case con ella.

—Por encima de mi cadáver —bramó aquél delante de todos—. Yo me casaré con Gillian y nadie me lo va a impedir.

—¿Estás seguro, Niall? —preguntó Marlob.

—Sí, abuelo. Estoy seguro.

—Piensa en lo que haces, muchacho —dijo Magnus—. Es con mi preciosa nieta con la que te vas a desposar, y no quiero que luego digas que fuiste obligado o llevado engañado al matrimonio.

Con un gesto depredador que a Gillian le puso la carne de gallina, asintió, y dijo delante de todos los presentes:

—Sé muy bien lo que hago.

Megan casi aplaudió mientras su marido Duncan maldecía. Aquellos dos viejos zorros se la acababan de jugar a Niall. Con aquellas preguntas habían conseguido que su hermano manifestara sus ganas y deseos de casarse libremente con Gillian delante de todo el mundo.

—Pues que así sea —asintió Axel, encantado. Instantes después, la tensión aún se palpaba en el ambiente. Y cuando la pequeña capilla ya estaba a rebosar de gente, Niall miró hacia atrás y se percató de cómo su adorada cuñada Megan guiñaba un ojo a Kieran y éste asentía, contento. Entonces, miró a Axel, y éste desvió la vista; y por su parte, los dos ancianos cuchicheaban, complacidos.

Un extraño presentimiento lo azotó de pronto, y al mirar a Ewen y después a Ducan y ver que éstos asentían con la cabeza, blasfemó en silencio. Como si le hubieran dado un latigazo, lo entendió todo. Habían jugado con él, lo habían engañado, y ahora ya no había marcha atrás.

Tras sentirse como un imbécil por no haberse dado cuenta de aquella trampa, clavó su oscura mirada en Gillian, y por la tensión que percibió en su cara, supo que ella le había leído la mente. Al ver que ésta, con ojos asustados, miraba pidiendo auxilio a Kieran, endureció la voz y le dijo al hombre, que lo miraba con una estúpida sonrisa:

—Deja de sonreír, O’Hara, porque cuando salga de esta capilla ¡te mataré! ¡Maldito bastardo!

—Niall, no te voy a permitir que blasfemes en la casa de Dios —le regañó el padre Gowan.

—Usted lo sabía, ¿verdad? —siseó mirándole.

—¿El qué, hijo? —preguntó angustiado el padre Gowan mientras se secaba el sudor de la frente con un pequeño paño.

Duncan y Lolach se miraron y entendieron que Niall se acababa de dar cuenta del engaño, pero ya no se podía hacer nada. El futuro marido miró a Axel y, con voz profunda, le dijo:

—Espero que con esto todas mis deudas contigo queden saldadas.

—Por supuesto —asintió Axel.

Con gesto desafiante, Niall volvió a mirar a Gillian desde su tremenda altura, y ésta casi soltó un chillido cuando le oyó decir:

—Padre Gowan, comience la ceremonia.

—¡No! —gritó Gillian, asustada.

—Sí.

—No…

—Sí. —Y alzándola contra su costado le siseó al oído—: ¿Qué ocurre, Gata? Ya me tienes donde queríais tú, el idiota de Kieran y seguro que alguno más. ¿Ahora te echas para atrás?

A Gillian se le erizó el vello del cuerpo. Él sabía la verdad. Conocía el engaño. Y con una gélida sonrisa, al ver que ella no respondía, Niall susurró:

—Te prometo que llorarás día y noche por no haberte casado con Ruarke Carmichael. Haré que tu vida sea tan insoportable como tú me la has hecho a mí.

Gillian estaba al borde de la histeria. Se suponía que aquél era su príncipe, no su ejecutor. Aquella boda era lo que siempre había anhelado y, de pronto, todo se estaba convirtiendo en una auténtica pesadilla. Asustada, miró a su hermano en busca de auxilio, pero éste no se lo dio. ¿Qué podía hacer?

El padre Gowan comenzó la ceremonia y preguntó quién entregaba a Gillian.

—Yo, su hermano, Axel McDougall.

Horrorizada, Gillian intentó volverse para mirar a su hermano, pero esa vez Niall no se lo permitió. La tenía sujeta de tal manera que no se podía mover, mientras el sacerdote hablaba sobre el sacramento del matrimonio. Gillian, casi sin respiración, susurró como pudo:

—Suéltame ahora mismo, McRae, y acabemos con esto. La respuesta de Niall fue el silencio.

—Niall McRae, ¿aceptáis por esposa a lady Gillian McDougall? —preguntó el padre Gowan.

Gillian se sintió desfallecer. Toda la vida esperando oír aquella frase, toda la vida amándolo, y ahora comprendía que aquella boda era un terrible error.

Niall la miró. Y tras sonreír al verla tan desesperada, contestó con rotundidad:

—Acepto. Por supuesto que acepto.

El padre Gowan cogió la mano de Gillian y, tras tomar la de Niall, hizo que ésta le pusiera en el dedo un precioso anillo que había pertenecido a su padre. Apenada por ver aquel anillo, que ella había guardado con tanto amor, en el dedo del hombre equivocado, deseó llorar, pero se contuvo. No iba a aceptar aquel matrimonio. Cuando el padre Gowan le hiciera la pregunta, ella diría que no. Después de eso, con total seguridad, su hermano Axel, avergonzado por su comportamiento, la internaría en una abadía de por vida. Pero le daba igual; prefería eso a estar casada con aquel bestia.

Los murmullos de alegría por parte de Megan, Shelma y Alana sacaron a Gillian de su abstracción, y entonces escuchó al padre Gowan hacerle la misma pregunta a ella:

—Lady Gillian McDougall, ¿aceptáis por esposo a Niall McRae? Asustada por lo que iba a hacer, cerró los ojos dispuesta a soportar los alaridos de su hermano. Aquello sería una deshonra para su familia. Pero de pronto oyó a su abuelo susurrar: «Di que sí, mi niña…, di que sí». A partir de ese momento, en su interior comenzó a librarse una batalla. ¿Qué debía hacer?, ¿ofender de nuevo a su familia, o aceptar su destino? Finalmente, abrió los ojos, levantó la mirada y, clavando sus azules ojos en el hombre que la miraba con gesto descompuesto, se dispuso a aguantar un terrible futuro.

—Acepto —murmuró.

—Ponle un anillo, hijo —susurró el padre Gowan a Niall. Éste, tras sonreír de lado, dijo:

—Padre, mi mujer tendrá lo mejor, pero como ha sido todo tan precipitado no tengo ninguno. Con esto de momento valdrá, ¿verdad,
cariño
?

Y sacando un gastado trozo de cuero marrón que guardaba en su bolsillo se lo ató a modo de anillo en el dedo. Sorprendida, Gillian lo miró y siseó:

—¿Un trozo de viejo cuero?

—Nunca has sido una mujer materialista como la preciosa Diane, ¿o sí? —preguntó con maldad.

Deseó cortarle el cuello con ese trozo de cuero y sacarle los ojos por el comentario, pero no estaba dispuesta a dar un disgusto más a su familia.

—Este trozo de cuero valdrá —murmuró.

Niall, como burlándose, se encogió de hombros, y ella deseó abofetearlo. El padre Gowan, azuzado por los ancianos Marlob y Magnus, aceleró la ceremonia hasta declararlos oficialmente, y delante de todos, marido y mujer. Cuando el padre terminó de decir aquellas palabras, el joven esposo alzó a Gillian en brazos y la besó. Fue un beso duro y exigente, para nada el dulce beso de amor que ella siempre había soñado. Después, la soltó con brusquedad y levantó los brazos justo en el momento en que sus hombres comenzaban a gritar y a aplaudir para horror del padre Gowan.

Con rapidez todos se acercaron a darles la enhorabuena, pero Niall, con un gesto implacable, los detuvo. No quería felicitaciones de nadie. Quería explicaciones. De pronto, se oyó un aullido de horror, y al volverse, todos vieron en la puerta de la capilla un enfadado Ruarke Carmichael sujetando entre sus brazos a la joven Diane, cuyos ojos estaban en blanco a causa del desvanecimiento.

Capítulo 17

Acabada la desastrosa ceremonia, todo el mundo gritaba con cara de enfado. Ruarke Carmichael y su padre se acercaron a Gillian intimidatoriamente. Ésta estaba tan turbada por todo lo que ocurría a su alrededor que ni siquiera cuando los tuvo encima se movió. Pero en el momento en que Ruarke levantó su mano para golpearla, Niall se interpuso y le dio tal puñetazo que lo hizo saltar por encima de los bancos de la capilla; luego le gritó que si volvía a acercarse a su mujer lo mataría.

Después de aquello, los Carmichael abandonaron el lugar y, un poco más tarde, el castillo de Dunstaffnage. Niall, al ver que la joven Diane volvía en sí, le ordenó a Ewen que la llevara al salón. Cris los acompañó. Conocía a su hermana y estaba segura de que sacaría de quicio al pobre Ewen. Los hombres de Niall continuaban vociferando dentro de la capilla, por lo que éste les dio la orden de que se marcharan a descansar al claro del bosque, pues allí no había nada que celebrar.

Tras firmar los papeles que un asustado padre Gowan les tendió a los novios, Niall salió de la iglesia como un caballo desbocado con Gillian de la mano. Una vez fuera, la soltó y comenzó a golpear sin piedad a Kieran, mientras Lolach, Megan y Shelma trataban de separarlos.

A pocos metros de ellos, Axel y Duncan discutían mientras Alana lloraba desconsoladamente junto a los ancianos Marlob y Magnus por la que se estaba liando tras la ceremonia. Gillian, turbada y convencida de que su boda había sido lo peor que había hecho en su vida, huyó a las cocinas. Necesitaba desaparecer. Después de beber un poco de agua y serenarse, miró con incredulidad el trozo de cuero atado en su dedo, y decidió subir a su habitación. Necesitaba estar sola y pensar en lo que había pasado. Pero al abrir la puerta de su refugio particular se quedó de piedra al ver a Niall, apoyado plácidamente en el alféizar de la ventana. Su expresión salvaje cuando la miró hizo que se estremeciera de pies a cabeza. Pero no de placer, sino de miedo.

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