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Authors: Frank García

Cruising (31 page)

BOOK: Cruising
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La sensación de follar dentro del agua resultaba un placer desconocido hasta entonces y sentir como mi rabo entraba y salía lubricado por el agua que estimulaba aún más la excitación que sentía con Óscar. Sus nalgas reposaban en mis manos y las acariciaba percibiendo su piel suave y húmeda. Suspiré y besé su cuello. Él respondió de la misma forma y la respiración se aceleró como las embestidas en su culo. Me detuve y caminé despacio con él hasta llegar a la orilla. Lo dejé en el suelo con suavidad e inclinándome hacía él dejé que entrara sin tocarla, colocando sus piernas sobre mis hombros. No dejé de penetrarle mientras nos mirábamos a los ojos. Sonreía y soñaba con el deseo de que su rostro continuase en ese estado. Le daría el placer que buscaba y a la vez me complacería a mí mismo. Estaba gozando como nunca pensara y buscaba detener el tiempo entre los dos. Óscar llenaba el vacío en el sexo que hasta la fecha no había tenido. Óscar era el complemento ideal para mi cuerpo y mis deseos más lujuriosos. Óscar me hacía levitar y él lo sabía y en cada embestida jugaba con su esfínter, provocando aún más a mi polla. Le masturbé de nuevo y los chorros volvieron a saltar cayendo sobre su cuerpo. Tomé entre las manos parte de aquel líquido y me lo llevé a la boca. Olía a deseo, a macho, a pasión y sabía al placer que estaba teniendo lugar entre los dos. Saqué de nuevo la polla.

—Déjala dentro.

—No. Prefiero continuar más tarde. Quiero terminar el sueño corriéndome en tu culo y al despertar sentir el semen sobre mi cuerpo. Caliente y húmedo y recordarte.

—Está bien. Tienes razón. Aún tenemos tiempo.

Me incorporé sentándome y dejando que el agua que se acercaba a la orilla mojara mis piernas. Óscar hizo lo mismo y me miró con su sonrisa.

—Follar contigo es una pasada —le comenté.

—Follas con demasiada ansiedad. Hacerlo de esa manera puede ser un arma de doble filo.

—¿No te gusta? ¿Qué quieres decir?

—Claro que me gusta. Eres un auténtico semental, al menos en sueños —golpeó mi hombro con su puño—. Pero la ansiedad no es buena en el sexo. Si por una parte puede provocar un fuerte estado de deseo, en la mayoría de las veces, la mente se bloquea y… —me agarró la polla—. Ésta deja de funcionar.

—Nunca he tenido un gatillazo y siempre folio con la misma pasión.

—Hasta que llegue ese día y entonces te preguntes, ¿qué ha pasado? ¿Por qué mi erección ha desaparecido? Y como el macho que pretendes ser, intentarás poner mil disculpas a la persona con la que estás y claro, él no se lo creerá.

—Mi polla siempre está a punto cuando quiero —le contesté agarrándola.

—Lo que tú digas. Pero esa ansiedad deberías controlarla y el sexo, te lo aseguro, será más placentero.

—Te haré caso —me tumbé dejando que el sol acariciara mi piel—. ¿Te volveré a ver cuando este sueño termine?

—Tal vez te sorprenda en algún momento. Ahora conozco la forma de entrar en tu mundo y tú… Si aprendes a controlar algunos momentos de esos sueños, me puedes llamar.

—Me gustaría tenerte como compañero de sueños, ¿cómo lo haces?

—La primera vez fue cuando era un niño. No sé como sucedió pero entré en el sueño de mi madre. Al despertarme no le di importancia pero cuando me senté en la mesa para desayunar mi madre me miró y me preguntó que había soñado esa noche. Entonces se lo expliqué y me dijo que ella estaba soñando lo mismo. Desde aquel día lo tomé como un juego y entraba en los sueños de mis amigos, luego en los descansos entre clase y clase, les hablaba de lo que ellos habían soñado y se quedaban intrigados.

—Te llamaré el viajero de los sueños

—Sí —golpeó mi hombro con su puño—, el viajero de los sueños —repitió mirando al frente.

—Pareces un buen tipo. Me gustas.

—Lo que te gusta es mi culo, cabrón. Aunque, ese culo tuyo también me gustaría probarlo.

—Aparece en otros sueños míos y quien sabe si será tuyo —le miré con cara de picaro.

—Eres un cabrón, pero eso también me gusta en un tío. ¿Damos una vuelta?

—Por qué no —me levanté y le tendí la mano. Se alzó de un brinco y abrazándome me besó.

—Me gusta tu boca, es muy caliente.

—¿Sólo mi boca?

—No —me agarró la polla—. Ésta también es muy caliente y sabe hacer su trabajo.

Caminamos durante un rato, tan sólo por el placer de hacerlo. Hablamos de aquello que nos gustaba o nos disgustaba de la sociedad. Coincidíamos en bastantes cosas y en las que no, las discutíamos y como suele suceder, sin llegar a una conclusión determinada. Subimos una pequeña colina y al mirar hacia abajo nos encontramos con un pequeño lago donde un grupo de chicos desnudos chapoteaban jugando y riendo. Miré a Óscar intrigado:

—Me apetecía incluir un poco de diversión en el sueño, aunque sea el tuyo. Me gusta sentirme rodeado de cuerpos por todos los sitios y como ya sabes: soy versátil, con lo que sentirme entre dos cuerpos me pone muy guarro.

—Eres un salido —comenté sonriéndole.

—Sí. En sueños y en la vida real.

—¿Nos veremos en la vida real?

—Quien sabe. Como te dije, ya nos hemos visto, pero el destino en la realidad, juega sus cartas a su manera, mientras que aquí, puedes intervenir tú.

—Está bien. Aunque en sueños me vuelves loco, me gustaría sentirte en la realidad.

—Dejemos de hablar y bajemos. Esos tíos buscan diversión. Míralos, algunos ya tienen el rabo duro como un tronco.

—Tú también la tienes dura —se la agarré—. Muy dura diría yo.

—Y dispuesta para una de esas hermosuras. Mira que cuerpos, mira que culos, mira que rabos.

—Demasiado perfectos. Pero claro, los has creado tú.

—Exactamente. Bajemos que mi polla comienza a lubricar y mi culo a humedecerse. Necesito follar y ser follado.

Descendimos hasta el pequeño lago. A medida que nos acercábamos los gritos y las risas de los chicos nos envolvían. Se estaban di virtiendo, jugaban con el agua lanzándola al aire y los más atrevidos comenzaban a retozar con sus cuerpos, rozando sus pieles y besándose. Como había dicho Óscar, todos tenían fuertes erecciones. No hicieron el menor gesto al vernos aparecer y Óscar agarró mi cabeza y me besó.

—Mezclémonos con esa carne joven y deseosa de placer. Quiero llenarme de ellos.

Con aquel beso mi rabo reaccionó al momento y ya todos teníamos nuestras pollas mirando al cielo.

Nos aproximamos a tres chicos, dos de ellos se besaban mientras el tercero les mamaba los rabos. Óscar se agachó y tomó una de aquellas pollas llevándosela a la boca. Uno de los que permanecían en pie me aproximó y los tres fundimos nuestros cuerpos y las bocas. La saliva pasaba de una a otra como una perfecta carambola. Sentí la boca del chico que estaba de rodillas que se tragaba mi rabo hasta el final. Dio una arcada pero volvió a repetir. Acaricié el cuerpo de aquellos dos chicos. Sus pieles estaban muy calientes y mis manos reposaron en sus formidables nalgas. Introduje a uno de ellos un dedo y apretó sus nalgas mientras me mordía el labio inferior. Dejé aquel primer juego y me entretuve en su culo. Me agaché, separé sus nalgas e introduje mi lengua en el interior. Volvió a apretar sus nalgas y me imaginé teniendo ya la polla dentro con aquellos movimientos y apretándola con sus poderosas nalgas. Su ano abría perfectamente a mis caricias y me incorporé. Restregué el rabo por sus nalgas mientras mordisqueaba su cuello. Giró su cara y nos besamos.

—Fóllame tío, fóllame —me susurró—. Quiero sentir el calor de ese rabo en mi interior.

Busqué la postura más cómoda y se la introduje. Entró sola, de una vez, sintiendo el ardor que aquel chico contenía dentro para mí. Comencé con embestidas suaves mientras lamía su bien formada espalda. El chico suspiró y volvió a mirar hacia atrás con ojos de vicio.

—Dale fuerte. Dale muy fuerte.

Obedecí sus órdenes que estaba deseando de cumplir. Al cabo de un rato, le agaché. Él a cuatro patas y yo por detrás sin dejar de sacarla. Otro de los chicos también tomó la misma postura que su amigo y Óscar aprovechó para meter su rabo en el interior. El rostro de Óscar era muy diferente haciendo de activo. Su cara se congestionaba y su vientre se tensaba mientras penetraba con fuerza. Los otros dos chicos se colocaron detrás de nosotros y comenzaron a comernos el culo. Aquella escena me estaba poniendo: muy cachondo y a quien penetraba lo estaba viviendo dentro de sus carnes, porque la follada estaba siendo muy intensa. El chico dejó de comerme el culo y me ofreció su rabo. Lo devoré con deseo hasta que mis labios rozaron su abundante vello rubio. Suspiró. Saqué la polla y le ofrecí el culo de aquel compañero. Me sonrió, se agachó y lo penetró. Me quedé un rato sentado, contemplando aquel espectáculo. Los dos chicos que estaban a cuatro patas se besaban entre ellos. Al que yo había estado follando era penetrado por uno de sus compañeros, mientras que el otro lo era por Óscar y éste a la vez por el otro chico. Un nuevo chico se aproximó y sin decir nada se agachó y comenzó a mamarme el rabo de nuevo. Me tumbé dejándome hacer y entonces mis ojos se detuvieron en aquel adonis. Aquel cuerpo perfecto ante mis ojos. Estaba de pie frente a mí con una gran sonrisa y su rabo goteando. Se arrodilló ante mí y tomé su polla llevándola a la boca.

Aquel chico, algo mayor que los demás pues la media entre ellos serían los 20 años, presentaba unas piernas fuertes y musculosas. Su rabo era delgado, de unos 18cm, con un vello rizado negro. El vientre muy marcado y con un ligero vello al igual que su torso fuerte y fibroso. Sus nalgas que ahora sujetaba mientras mi boca degustaba aquel músculo exquisito, resultaban duras y provocativas.

Apartó al chico que me la estaba mamando y tumbándose encima de mí ejecutó la operación de sentir los labios y el calor de su boca. Se giró, reptó por mi cuerpo lamiendo cada centímetro de piel que se encontraba en el camino. Cuando su boca se unió a la mía sentí el calor de su rabo duro apretando el mío. Su piel transmitía una sensualidad indescriptible y sus besos sabían dulces como la miel. Permanecimos intercambiando nuestras salivas durante un largo rato mientras las manos acariciaban los lugares que deseaban.

Dejó de besarme mirándome con intensidad. Acariciaba mi rostro y con suaves besos recorrió toda mi cara. Me sentía en la gloria. Le giré y recorrí aquel hermoso cuerpo. Sus músculos se tensaban ante mis caricias de manos y lengua. Me detuve un rato en su polla, degustándola como un exquisito manjar mientras mis manos rozaban sus potentes piernas. Las levantó ofreciéndome su ano. Sonrosado y cerrado. Dejé que mi lengua lo inspeccionase y como una puerta que deseaba ser abierta, lo fue haciendo poco a poco. Suspiraba de placer e incorporándome se la introduje hasta el fondo. Sus piernas descansaron en mis hombros y en su mirada sentí el deseo y el placer que le estaba proporcionando. Coloqué mis manos sobre su pecho y lo embestí con fuerza y él giraba la cabeza de un lado a otro, mordiéndose los labios y ahogando aquellos gritos de placer. Me tumbé sobre él y con fuerza cogió mi cabeza besándome con desesperación. Mi rabo seguía llenando su interior y recordé las palabras de Óscar: "No seas tan ansioso". Me incorporé, fui buscando la postura mientras lo sentaba sobre mí y fue entonces cuando él colocó sus manos sobre mi pecho y se folló a su antojo. El roce de mi rabo en sus paredes anales me excitaba hasta el infinito y entonces un gran chorro de leche salpicó mi boca. Entró en mi interior y lo degusté. Era dulce y mientras, el volcán que tenía entre las piernas, seguía lanzando su lava blanca cayendo en gran cantidad sobre mi cuerpo. Se tumbó sobre mí, me detuve en las embestidas dejando que se recuperase. Volvió a besarme. Mi polla salió de su interior y bajó por todo mi cuerpo lamiendo el semen que había caído sobre él. Levantó mis piernas y me comió el culo. Lancé un fuerte gemido. Su lengua era grande y musculosa y abría mi ano humedeciéndolo y provocándome convulsiones en todo mi cuerpo. Se colocó y enfiló su glande contra mi ano. No le detuve:

—Hazlo suave. Es la primera vez.

No dijo nada. Sonrió y su rabo fue entrando suavemente en mi interior. Volví mi rostro por unos segundos hacia donde estaba Óscar y éste, que se encontraba entre cuatro chicos, me sonrió. Sentí entonces el vello rozar mi piel. Su polla estaba completamente dentro. Se tumbó hacia mí y sentí una presión distinta en mi interior. Me besó y se incorporó. Entraba y salía con suma suavidad. Coloqué mis pies sobre su torso y él cogió uno de ellos y lo lamió. Todo lo que me hacía me provocaba sensaciones que no podía controlar en aquellos momentos. Era sumamente sensual, sexual y varonil. Su torso comenzó a tomar un brillo que provocaba en él el macho que me estaba desvirgando. Separó mis piernas y emprendió un trote que fue acelerando hasta que cabalgaba dentro de mí. Mordí mis labios. Mi cuerpo se movía de lado a lado y aquella penetración hacía levitar todo mi cuerpo. Me incorporé un poco y me ayudó a que me sentara sobre él. Los dos abrazados. Sintiendo el sudor de nuestros pechos unirse. Acaricié su espalda mientras el continuaba entrando y saliendo dentro de mí. Nos miramos, nos besamos y sentí que se excitaba aún más hasta que por primera vez percibí el calor de su líquido dentro de mí. Estaba inundando todo mi ser y me hacía estremecer. Mi cuerpo cayó sobre la hierba y él saliendo de mí se tumbó encima. Separó mis brazos y sus manos se unieron a las mías. Mi rabo seguía muy duro, lo tomó con una de sus manos y se lo metió dentro pero sin moverse. Volvió a cogerme de las manos y besó mi boca.

—Eres muy ardiente —comentó.

—Y tú también. Me ha gustado sentirte dentro.

—Te he bañado con mi esencia para que siempre me recuerdes.

—Lo malo que cuando me despierte, no volveré a verte.

—Entonces —volvió a besarme—, vive el momento y no pienses en el futuro. Ese estado no existe.

Moví mi polla en su interior y él apretó fuerte sus nalgas. Se incorporó y cabalgó suavemente. Cogí su polla que siempre estaba dura y le masturbé durante un rato. Luego la sacó, se tumbó boca abajo y mirándome me invitó a que volviera a penetrarlo. Así lo hice. Dispuse una mano a cada lado de su cuerpo y dejé que entrara ella sola. Su ano se abría gentilmente al grosor de mi polla. Me tumbé sobre él y comencé a entrar y salir de nuevo en su interior Sentí un cuerpo rozar el mío, miré hacia atrás y era Óscar. Enfiló su rabo y me la metió. Me hizo lanzar un gemido y se tumbó. Mordisqueó mi oreja.

—Deseaba estar dentro de ti. Por fin siento el calor de tu interior.

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