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Authors: Víctor Coviello Guillermo Barrantes

Tags: #Cuento, Fantástico

Buenos Aires es leyenda 3 (21 page)

BOOK: Buenos Aires es leyenda 3
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Fuimos a los colegios secundarios de la zona y las historias prototípicas se multiplicaron.

V
ANINA
D.: «No sé si se llamaba Belén, pero yo conozco a una chica que venía a este colegio. Era medio gordita y el novio se lo dijo, el muy imbécil. La boluda no comió más y la tuvieron que internar. Se salvó de pedo».

E
ILEEN
M.: «Creo que es una conocida de una amiga de mi hermana. Estudiaba diseño de indumentaria y cada vez que se veía al espejo no se soportaba. Comía tan poco que se re-piró y le pintó la onda religión».

D
ARIA
Z.: «Yo no la tuve como compañera, pero sé que tenía problemas de peso. Aunque siempre fue medio del tipo "ayudo en la capilla del colegio". Cuando se supo la noticia, la echaron. La verdad, estuvieron súper mal».

Si juntamos todas las versiones, nuestra leyenda se empieza a conformar completamente. Y también a evolucionar, perfeccionándose.

Volvamos por un momento al relato de Matilde en la villa 31.

—Lástima que tuvo que dejar de venir —dijo la mujer de un solo ojo.

—¿Por qué?

—Se dice que estaba embarazada.

—Acá no fue —intervino Pedro—. Eso sí que me acuerdo… Acá tenemos códigos y les puedo asegurar que no pasó nada raro con esa chica.

—Es que se dice (ojo, yo no lo creo ni medio) que nadie la embarazó.

—¿Cómo es eso?

—Sí —afirmó la tuerta levantando la voz, y moviendo descontroladamente su ojo sano— como la Virgen María. Lo tuvo sola, sin estar con nadie. ¿Eso se entiende? Si me escuchan los muchachos de la iglesia, me matan (se refiere a la Iglesia Cristo Obrero, que trabaja con la gente del asentamiento).

Esto coincide con «la noticia» a la que se refiere Daria.

Quedaba entonces por resolver la supuesta identidad del hijo de Belén. Aquí la prueba se eleva hacia alturas insospechadas, pues ya estaríamos hablando de un hijo concebido por una virgen. Pero ¿quién o qué sería ese hijo? La leyenda se adelanta a cualquier especulación y le da un nombre: Emanuel, que en hebreo significa «Dios está con nosotros».

Ante la pregunta sobre la posibilidad de concepción sin espermatozoides, el médico genetista, José R., nos sorprendió.

—Sí, es posible. Este hecho se da en ciertas especies, como algunas hormigas o abejas. El proceso se conoce como partogénesis. Hay unos tipos de ranas hermafroditas que no necesitan del esperma del macho. En el caso del hombre, sería una cuestión rarísima pero puede ocurrir que el óvulo, estimulado por un factor externo, pueda empezar a dividirse. Una espora puede ser la responsable. Pero tengo que aclarar que es una multiplicación incompleta y jamás podría desarrollarse un embrión porque falta la carga genética de los espermatozoides. De todas maneras, en el 2006, dos colegas argentinos, Ester Polak y José Cibelli, mediante sustancias químicas lograron fecundar óvulos. En este caso, la idea es producir células madre para tratar enfermedades. Insisto que de esta forma no puede desarrollarse un feto. Es una reproducción incompleta.

Aquí el mito se desvía hacia rumores más terrenales que hablan de que Belén habría concebido ese hijo con alguien de maestranza de la mansión en la que vivía. En otras versiones, se trata de un muchacho que trabajaba en el aristocrático Jockey Club (Avenida Alvear 1345). Cuando los padres se enteraron, habrían echado a Belén. La adolescente, ya con tendencias anoréxicas y sumado a esto su embarazo, habría tenido delirios místicos. Cabe destacar que todas las versiones coinciden en que Belén no habría superado el nacimiento. Lógicamente, en estado de gravidez y con escaso peso, las posibilidades de sobrevivir a un parto prematuro son muy escasas. Y la familia se habría encargado de borrar toda evidencia del hecho. En otras variantes, se habla del arrepentimiento de la familia, que la habría llevado a quedarse con el bebé.

Se cita el Hospital Bernardino Rivadavia, en el barrio de la Recoleta, como lugar del nacimiento.

En referencia a esto, M
ARÍA
C., caba del área de obstetricia del hospital, fue terminante:

—¿La santita anoréxica? Cada tanto vienen con esa historia. Este argumento es sostenido por gente ignorante que cree cualquier cosa. Les puedo decir concretamente que las pibas, sobre todo las que vienen de afuera (refiriéndose al Gran Buenos Aires) son madres casi adolescentes que tienen un himen prácticamente intacto. Recuerdo el caso de una chica que realmente parecía virgen, no tendría más de doce. Venía con el padre. Después nos enteramos de que ese individuo había tenido algo que ver, ¿me explico? Por la edad de la niña, la fecundidad es extremadamente alta. Ella aseguró que habían jugueteado y que este sujeto no habría llegado a realizar el acto.

«Pero», la palabra favorita del mito. Siempre el mito se alimenta de la duda…

Debemos decir que las añejas instalaciones de la institución —su construcción data de 1887— dan pie para historias de todo tipo. Al recorrer un poco más detalladamente el hospital y hablar con madres recientes, al menos un par conocían la historia de Belén. Una joven que había pasado por un parto complicado, reconoció haber pedido el auxilio de Belén.

Dejamos para el final este último testimonio de la que denominamos «La mujer de la mochila». Le dicen así porque casi siempre se la ve con una voluminosa mochila a cuestas, tanto en verano como en invierno. Frecuenta la calle Montevideo casi Santa Fe y pide dinero a los automovilistas. Cuando le preguntamos el porqué de esa mochila permanente, la respuesta nos dejó descolocados.

—Estoy esperando a La Santa que me prometió el lugar más hermoso de la Tierra, en donde ya no tendremos hambre.

—¿Quién?

—Belén, Belencita… Van a venir los dos, yo sé que sí. Ella me lo prometió, va a venir con su hijo y nos vamos los tres.

Más allá de los evidentes trastornos mentales de este personaje, nos parece improbable que alguien la programara para dar esa respuesta. ¿O si? Casualmente y poco después de comenzada esta investigación, empezaron las obras de remodelación de la Plaza Vicente López y el altar fue sacado de allí.

De tener algo de cierto, nada podrá con el mito de Belén, y quién sabe también, de su supuesto hijo Emanuel. Solo el tiempo lo dirá.

Amén.

Belgrano

Los hijos de Jack

Atrápenme si pueden.

J
ACK EL DESTRIPADOR

Se filtró en la bruma como un pulpo de humo, confundiéndose con las paredes, los adoquines, el sudor de esas noches agotadas, exhaustas de tanto mal y para cumplir esa doble misión: liberarlas del sufrimiento y limpiar del mundo esa escoria inmunda y alejada de la mano de Dios.

Extrajo un espejuelo que había tomado prestado a su madre para poder ver cómo lucía. No cabían dudas, ese disfraz funcionaría a la perfección.

Pero antes, la tarea de hacerse pasar por un cliente. No tendría problemas con eso tampoco. Además, sentía cómo sus venas empezaban a latir enérgicamente. Las sienes eran como martillos orgánicos exigiendo ese sacrificio. ¡Hazlo ya!, ¡ya!, ¡hazlo ya!

Ahí estaba esa cara regordeta, esos gestos vulgares, esa perdición que se notaba en los ojos. Se enfrentaría a la nada, a la negación del espíritu. Por un momento, dudó. ¿Se podía acaso matar lo que ya estaba muerto?

Sus propias palabras le sonaron ajenas.

«Una copa y unos peniques», alcanzó a oír que esa criatura caída en desgracia le contestaba.

Buscó un lugar oscuro, mientras hacía sonar sus palabras como el canto de un pájaro de otro mundo, de una dulce música que ella tenía el privilegio de escuchar. Pero lo bueno no podía durar y ella lo sabía, así había sido siempre. Cuando vio la hoja del cuchillo brillar en la oscuridad no se sorprendió, cerró los ojos.

Tomó ese rostro hinchado por el alcohol y empezó su trabajo. Matar lo que ya estaba muerto. Pero debía asegurarse. Después de todo, tenía sangre, casi podía decir que la sangre huía de ese cuerpo corrupto.

Sus manos volaban trazando círculos imaginarios, abriendo canales de pureza.

Y se entusiasmó.

No estaba mal después de todo que fuera así.

Se sentía agitado, eufórico de completar su obra, superando sus más íntimas expectativas.

Un ruido a cascos puso punto final a su labor.

Antes, un recuerdo, un souvenir de la batalla contra la corrupción.

Cortó, rápido, tan rápido que no hubo siquiera sonido. Levantó su capa, giró sus talones como para alborotar esa bruma cómplice y se desvaneció en la noche.

Leyenda urbana y atemporal, la historia de Jack el Destripador es la historia perfecta del crimen atroz e impune, de la cual se urden tantas teorías como sospechosos podríamos encontrar (la cifra llega a 175). Además, se desarrolla en una ciudad populosa como Londres, más precisamente en Whitechapel, la zona del East End de esa urbe.

¿Podría haber una conexión argentina con Jack El Destripador, más precisamente en Buenos Aires? Como veremos más adelante, desandamos los caminos del mal y calamos bien hondo. Y lo que empezó como un juego, un acertijo, nos hizo comprender (moraleja que el mito urbano siempre revela) hasta dónde puede llegar la oscuridad de la mente humana.

Inicialmente, manejábamos varios rumores sobre la vinculación de este desequilibrado formidable con nuestra ciudad.

Por ejemplo, para el fallecido Juan Carlos Bajarlía, escritor y ripperólogo (término asociado a los investigadores o curiosos sobre
Jack the Ripper
, Jack el Destripador), un serio candidato era un tal Alanzo o Alfonso Maduro, un financista argentino que estuvo en la época de los asesinatos en Londres. La evidencia la habría dado alguien que trabó amistad con este personaje, un joven llamado Griffith Salway, con quien Maduro tuvo varios almuerzos comerciales. En primer lugar, Salway lo habría escuchado decir, unos días después del asesinato de Emma Smith, que todas las prostitutas debían morir. En segundo lugar, tras fracasar en su misión comercial, el mismo Griffith lo ayudó a preparar las valijas. Para su sorpresa descubrió que uno de los baúles tenía doble fondo y en él encontró un sobre enteramente gris, un sombrero flexible, un delantal ensangrentado y un juego de bisturís, vestimenta asociada a El Destripador. Esto acontecía unos días después del asesinato de Mary Kelly, la última de las víctimas oficialmente declaradas. Según Bajarlía, Maduro murió en Buenos Aires en 1929, en una casa frente a la Plaza Roma.

Otro rumor nos llevaba al Hospital Británico, al lecho de un enfermo terminal, un tal doctor Stanley que confesaba (en algunas variantes era a un colega, en otros a un religioso) que él había sido Jack el Destripador y la causa de sus crímenes era que Mary Kelly había contagiado de sífilis a su hijo. En venganza, este prestigioso cirujano de Londres se habría vengado no solo de Mary sino también de sus amigas.

Sin embargo, el mito más curioso señala que entre 1910 y 1920 funcionó un pub llamado «Sally bar» en la calle 25 de mayo, frecuentado por la comunidad británica, y que habría sido propiedad de Jack el Destripador.

Ante tantas versiones, nuestro instinto nos llevó a investigar una pista en el corazón mítico del barrio: las barrancas de Belgrano, una formación de rocas muy duras de color gris oscuro, con una antigüedad de dos mil millones de años y que se asientan a unos trescientos metros bajo el suelo porteño. Además de ser estas barrancas una característica distintiva del barrio, habrían sido protagonistas de nuestra leyenda.

Recorrimos los empinados senderos, apoyando nuestros pies en los ladrillos originales del siglo XIX, con la inscripción San Isidro en cada uno; traspasamos un busto de San Martín y rodeamos el de Belgrano y, finalmente, llegamos a una casa ubicada en la esquina de 11 de Septiembre y Echeverría. Exactamente en esa esquina nos esperaba F
EDERICO
G., para darnos un testimonio que empezó a inquietarnos.

—Yo fui vecino de esa casa a partir del 86. Mis padres se mudaron en el 85. Para ganarse unos mangos extras, las personas que decían ser los dueños utilizaban una parte de la superficie como garaje. Yo guardaba el auto ahí. Me acuerdo de un pasillo largo, habitaciones vacías, pisos de madera, techos de madera. Daba miedo a la noche. Al poco tiempo, me entero de que supuestamente en ese lugar habría vivido Jack el Destripador. Se decía que había parado unos días en esa propiedad que había pertenecido a Adolfo Alsina. Y me daba más miedo.

—Pero ¿dónde estaba el garaje?

—Era el espacio para los antiguos carruajes. Me acuerdo que tenía que ir por un pasillo con muchas puertas y en la última estaba el garaje muy oscuro. Ahora es la sede de la fundación de un banco, pero en esa época era otra cosa, del Estado, capaz.

—¿Y tus padres cómo se enteraron?

—Les llegó el rumor desde varios lugares pero básicamente de una persona que se dedicaba a investigar al flaco este.

A quien se refería Federico G. era a E
FIGENIO
B., columna basal para intentar desentrañar uno de los misterios más importantes de la historia policial. Nos costó varios meses poder contactar a Efigenio. Estaba semirretirado y ya no daba entrevistas. Cuando le contamos de nuestra investigación, comenzó a ceder. Igual, no íbamos con las manos vacías. Repasamos los datos que teníamos hasta el momento:

En la casa de 11 de Septiembre 1990 mencionada por Federico G., que había pertenecido a Valentín Alsina, fundador y ciudadano ilustre del barrio, se había alojado por espacio de unos días un personaje que tiene peso propio en este mito. Nos referimos a Albert Víctor, duque de Clarence, hijo del príncipe de Gales y nieto de la reina Victoria, indicado como uno de los principales sospechosos de ser Jack el Destripador. Albert había arribado con su hermano George el 31 de diciembre de 1880 en la cañonera
Elk
. Fue hospedado por el ministro inglés Horace Rumbold, quien alquilaba la propiedad en esos tiempos. Finalmente, partió rumbo a Montevideo el 5 de enero de 1881.

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